En ocasiones, las más de las veces, la vida suele depararnos sorpresas. Muchas veces iniciamos reflexiones en temas que son de nuestro interés personal de manera explícita y otras veces llegamos a asuntos que pueden incluso ser consustanciales a nosotros sin ni siquiera darnos cuenta.
La siguiente reflexión forma parte de esta segunda categoría de temas.
El hecho es concreto: en la segunda semana de clases y buscando definir el tema directriz del curso a partir de los intereses personales de los alumnos y siendo la asignatura que nos ocupaba: Temas selectos de historia, literatura y sociedad, mi desconcierto surgió al planteárseme el análisis de una imagen visual precisa y determinada en grado sumo, cultural e ideológicamente, ante un grupo de estudiantes de ingeniería.
Uno de los alumnos incorporó cuatro fotografías del David de Miguel Ángel señalando la importancia que para él tenían, otro de los alumnos presentó a la consideración del grupo un trabajo sobre el artículo El síndrome del Ingeniero de la Lockheed aparecido en la revista Human Behavior de enero y febrero de 1972. Estos dos temas: El David de Miguel Angel y la definición del Ingeniero y del quehacer ingenieril profesional habrían de quedar como soporte de las reflexiones del curso.
La trascendencia personal de los dos temas pueden ser quizás mejor comprendidos ubicándonos en la dimensión histórica del curso enero del 2000: inicio de un milenio y regreso al campus universitario, después de meses de exilio. Creo aún que no estaba preparada para lo que siguió.
Mi primer contacto con el David de Miguel Angel tuvo lugar en la escuela preparatoria, en aquella clase de historia del arte en la que utilizando como texto el libro Apolo de Salomón Reinach se hace la apología de Miguel Ángel y su obra, situando a esta en la categoría de obras maestras. Aún recuerdo el extrañamiento personal ante la relación entre el material y la tipografía del texto, con su contenido, aun no había aprendido a agradecer incluso sólo la descripción de esas obras que pueden llenar horas de nuestro tiempo y espacios de nuestra reflexión. Tuvo que pasar el tiempo para que yo recuperara aquella capacidad de la infancia que me permitía contemplar y extasiarme con las hojas escondidas en los pastos de los camellones de la ciudad de México.
Habiendo reconocido el extrañamiento que me provocó el que fueran los alumnos, los que la propiciarán e incluso pacientemente esperarán a lo largo del curso ver el objetivo y el producto final, he de confesar que en muchas ocasiones han sido las mismas personas que me han padecido dando clases las que me han enseñado a ver, a escuchar, a tocar e incluso me han permitido pretender entender o comprender aquellos misterios que en la vida se nos presentan y muchas veces soslayamos y que curiosamente en su resolución siempre nos presentan nuevos cuestionamientos.
A ese grupo de las siete de la mañana en la Facultad de Ingeniería se deben muchas de las ideas que aquí se vierten, los aciertos a ellos les tocan, los errores y desvaríos yo los asumo. Al igual que a mis alumnos he de agradecer a aquellos maestros de la facultad que, en la intimidad de un salón de profesores, me guiaron por aquellos oscuros e intrincados caminos de las matemáticas de la paz. Si alguien sonríe con el adjetivo que esta ciencia ha adquirido para mí quizá aún necesite aprender a disfrutar el despeje de una ecuación o a extasiarse con el cálculo de una parábola. Especialmente hay que resaltar la participación de los maestros de la Facultad, ingenieros Francisco Alvarez y Caso, Lourdes Arellano Bolio, Octavio Estrada Castillo, Federico Dovali R., Rafael Ochoa, y Roberto Sánchez Torres, que con sus observaciones y comentarios contribuyeron al ejercicio simple en su enunciación y complejo en su ejecución, de intentar ver con los ojos del otro.
Personalmente para estas reflexiones parto de una concepción de los tiempos actuales en los cuales, la cantidad de información y conocimientos, así como la mutabilidad de los mismos requiere que los individuos y las colectividades desarrollemos habilidades y capacidades que en ocasiones pueden parecernos abrumadoras y disímbolas. Esta concepción pudiera ser inscrita en el marco teórico de todas aquellas ideas que se establecen dentro de los conceptos de producción de calidad total, mejora continua e incluso reingenieria personal, prefiriendo restringirme simplemente a evolución y civilización en su acepción más amplia e ingenua al mismo tiempo que se reconoce su connotación ideológica y, por ello la limito a avance, desarrollo y mejora del ser humano.
Una breve ojeada al momento histórico de esa Europa renacentista, puede ayudarnos a reflexionar sobre el David de Miguel Ángel. Ante ello no puedo dejar de recordar aquellas palabras de Ortega y Gasset: yo soy yo y mis circunstancias quien en un simple enunciado fue capaz de inscribir nuestra condición de juez y parte en las ciencias sociales restableciendo nuestra situación de sujetos en aras del conocimiento en un momento de tiempo preciso y determinado.
Miguel Ángel corresponde a esas generaciones que se ubican en el espacio ideológico y temporal denominado renacimiento [ Nota 1 ]. La definición de un concepto, como operación intelectual, conlleva necesariamente al acotamiento y empobrecimiento del mismo. En múltiples ocasiones en este esfuerzo sólo vislumbramos una fracción de un todo que se caracteriza por su complejidad y su unicidad. El Renacimiento ha sido definido en contraposición tanto a los espacios medievales como a los modernos y contemporáneos al mismo tiempo que se ha mostrado como elemento integrador de ambos. De esta aparente contradicción nos resulta un espacio temporal que al mismo tiempo que es capaz de remontarnos a los más altos niveles de espiritualidad de lo humano, nos abruma por su integración al nivel material, físico, económico, político y racional del mismo.
Europa vivía, y más aún Florencia, un proceso de transición hacia un modo de organización y producción cualitativamente diferente: del feudalismo al capitalismo. Conceptos simples y contenidos complejos. Formas, modos, estructuras, cualitativamente distintos en los que habría de plantearse la contraposición entre lo espiritual y lo material del ser humano. Es en ese momento en el que consolidándose las monarquías y emergiendo la burguesía a los círculos de poder político la obra de arte va de deslizarse de objeto mediatizador en la esfera de lo religioso para inscribirse como producto personal y valor agregado. Pecando de ingenuidad he de confesar que el estudio del hombre renacentista sólo he podido realizarlo a partir de una concepción simplista y reduccionista comparándolo con el agua: dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno y aquí se ha de citar a Rudolf Arnhein y quien me enseñara que el todo es más que la suma de las partes. Así pues el hombre renacentista es tan medieval como moderno, tan espiritual como racional.
He tenido que esperar a conocer las relecturas que del arte renacentista hiciera Ernest Gombrich o especificamente las que de Miguel Angel hace el historiador William Wallace en la Universidad de Washington en San Luis Missouri, para recuperar al hombre renacentista en su dimensión económica y socialmente productiva e interdependiente y mantener al mismo tiempo la dimensión estética y espiritual de la obra. Esto es, un hombre que insertó en una realidad productiva tangible y determinada por estándares de calidad fue capaz de plasmar en perfecto equilibrio su dominio de una técnica, la confianza de un saber y la fe en una creencia. La obra de Miguel Ángel se nos muestra como una simbiosis entre lo tangible y lo inteligible del hombre.
Nacido Miguel Angel en una Italia aún no nombrada como tal un 6 de Marzo de 1475 en el villorio de Caprese, en la zona de influencia de la ciudad comercial de Florencia, su familia los Buonarroti Simoni es citada en los textos de la misma 300 años antes. Es así, que la obra de Miguel Angel sólo puede situarse dentro de un ámbito religioso y un contexto individual determinado psicológica, cultural y económicamente por ese espacio histórico llamado renacimiento que permite simultáneamente la elaboración de aquel libro de oración de un miembro del poder político de la época, Las Ricas Horas del Duque Du Berry [ Nota 2 ] y el Encuentro de dos mundos [ Nota 3 ] categorizado por Edmundo O´Gormann, ya que lleva integrado una estructura de valores, instituciones y procedimientos que se incorporaron a un simple proceso de producción.
Aprovechando los beneficios que nuestros tiempos y la tecnología inherente al hipertexto nos han dado, he de proponer al amable lector, que escoja libremente el camino de lectura de las siguientes reflexiones a sabiendas que el tema no se ha agotado y únicamente disfrutamos y aprendemos en el mismo. De esta manera dos alternativas se presentan para esta lectura: un camino corto, que resulta, para algunos verdad evidente y un camino largo que para quienes de repente nos paramos a reflexionar por el mero placer de ello, puede ser altamente gratificante y aleccionador.
Si inicio la exposición con este camino es a fin de preservar la honestidad en el texto. Mucho aprendo de él cada vez que lo releo. Es en él que integre visiones disciplinarias, discursos distorsionados y emociones encontradas. He de confesar que este camino corto sólo pudo ser planteado al final del curso, después de mucho observar, cavilar, preguntar e intentar responder.
De esta manera quien quiera seguirnos en la reflexión tal y como se dio, habrá de iniciar la lectura en el camino largo de la misma y brincar eso que sólo deje salir de mí misma cuando alcance a ver aquello que sólo intuía y que sigue siendo la validación de la obra de arte, del artista y sobre todo de su inspiración y para nosotros motivo de ser y razón.
Quien quiera al David contemplar y con él aprender a reflexionar
puede acaso en momentos aprender a divagar.
El David es sólo un bloque y de piedra hecho está,
mas impone en lo alto por su altiva majestad.
El se encuentra por doquier que uno va,
y se tiene muy adentro de nuestro ser cultural.
Era David sólo un joven que aprendía al jugar,
Era David sólo un joven que atendía en su hogar.
Ese chico que jugaba y cumplía su labor,
de repente y con conciencia se volvió un triunfador.
Como lo hizo, no se sabe, más se puede percibir,
cuando aprendes en un texto por ahí a intuir.
La lectura la decide el que un libro quiere abrir,
y en este caso les dejo una labor a proseguir.
Aquí detengo esta ensoñación personal e invito atentamente a quien la quiera seguir a buscar en el texto I Samuel [ Nota 4 ] capítulos 16 y subsiguientes la crónica del evento de David enfrentándose a Goliat.
Este camino lo hicimos en un semestre y para cada uno de los integrantes del curso tendrá un significado diferente. Incluye piedras, vistas, lecturas, cuestionamientos, aprendizajes e incluso sorpresas. Ese camino cada quién lo escribirá cuando tenga la necesidad de hacerlo y ésta es una tarea que cada uno personalmente calificará, eso será una sencilla autoevaluación.
Lo que aquí se presenta corresponde a una tarea personal y a un compromiso contraído con el grupo. Observando a los alumnos en su confianza hacia mí he aprendido lo que muchas veces no sabía y eso lo he de reconocer. Viéndolos a ellos he llegado a inteligir un mundo que podría de otro modo ser oscuro por su complejidad. Sintiéndolos a ellos en un salón de clases he podido decir: gracias a Dios que doy clases y pretendo ser maestro llegando así a pretender aprender a aprender.
Ya situados en el camino largo, nos ubicamos en el cuándo: al inicio de un milenio, al mismo tiempo que al reinicio de labores en un campus universitario. Variados fueron los cuestionamientos de salida: quiénes éramos, que se podía ver en aquellas imágenes que se deslizaron sigilosamente como propuesta de estudio al mismo tiempo que sentíamos que se vinculaban con la definición del ingeniero y su quehacer profesional y que más tarde aprendimos que era con todo ser profesional y sobretodo humano. En ese camino largo tuvimos que segmentar y reconstruir un todo varias veces para ir buscando una mayor objetividad y por qué no decirlo, una cierta cientificidad.
Una vez aceptados como temas de reflexión, para el curso: el David de Miguel Angel y la definición del Ingeniero y del quehacer ingenieril profesional, apareció nuevamente la problemática que opera al intentar asociar discursos y lenguajes que herederos del positivismo plantean absolutos en términos paradigmáticos y de códigos y, sobre todo, poco diplomáticos, para una integración del saber. Aquí aparecieron nuevamente aquellos escollos que parecen insalvables al pretender crear puentes de comunicación entre profesionales de distintas áreas y que curiosamente se derivan en mucho de un uso irreflexivo, exclusivista y disciplinario de la palabra y más aún de los conceptos. Aquí aparecieron nuevamente los significados y significantes determinados aún por sexos, creencias, formaciones y deformaciones, tiempos y lugares, historias y leyendas. Si digo sistema qué escuchas, si digo parábola qué significa, si digo tiempo a qué me refiero. A lo que yo digo ¿qué comprenden los demás?
Los requerimientos de un metalenguaje o de un lenguaje lo suficientemente simple y claro que supere las formaciones y concepciones de origen volvió a hacerse patente. Ahí aprendimos que no hay nada menos sencillo de comprender que aquello que es simple y esto quizá, porque ello es no complejo [ Nota 5 ] y más bien consustancial. Que claro se me hizo entonces un objeto en términos de programación por objetos, una mónada en Leibnitz o en Kant. Cuanta paciencia y buena voluntad nos requirió (sobretodo a los muchachos). Si en algo avanzamos como personas a ello se debió.
En este punto, he de acotar que el David de Miguel Ángel ha sido clasificado y categorizado en tanto representación apolínea [ Nota 6 ] o herculea [ Nota 7 ] por muchos estudiosos del arte. Este doble discurso puede resultar trágico si no se establece el punto de partida. Muchas interpretaciones erróneas pueden ser soslayadas si no tenemos el cuidado de precisar los diversos significados de las palabras. En muchos equívocos podemos caer y más aún sin pretender, si no reconocemos el nivel perceptual de la comunicación entre la obra y el observador , entre el objeto que conoce y el objeto de conocimiento, y esto, en busca de un conocimiento mayor de nosotros mismos y sobre todo una mayor armonía en nuestro universo.
Por lo anterior y sin proponerlo siquiera tuvimos que reencontrarnos con aquellos orígenes de la civilización occidental que se imbrincan con el mundo ateniense del siglo V a.c. y que curiosamente nos remiten a una estructura de pensamiento en la que disociando discursivamente lo racional de lo no racional, se plantean al mismo tiempo cánones estéticos con realidades axiomáticas de naturaleza matemática en una síntesis que incluso hoy permanece enigmática pese al avance de las ciencias cognitivas. Esto nos permitió establecer un punto de contacto a través de las matemáticas como un conocimiento de base en la reflexión filosófica, recuperando incluso aquella parte que, por los niveles de abstracción, permanece hasta la actualidad casi mágica e incomprensible.
En este nivel pudimos reintegrarnos como entidades bio-psico-social y espiritualmente determinadas al recuperar un discurso científico resultado de individuos que las más de las veces no tenían los problemas que la ciencia actual entraña y que presupone una objetividad que en ocasiones desdeña lo fundamental del ser humano en tanto que no resulta comprensible o cuantificable.
Así, recuperamos una lectura de Leibnitz, tanto como promotor de la ciencia del cálculo infinitesimal y por ende de aquellos componentes teóricos que habrían de hacer factible toda la tecnología computacional, como simultáneamente autor de un libro denominado Teodicea, Ensayo sobre La Bondad de Dios y los Orígenes del Mal, en el cual utiliza la mitología griega y la geometría euclidiana de manera metafórica para ilustrar su disertación ontológica. Pudimos también reconocer una Física en Aristóteles al mismo tiempo que integrábamos su Metafísica como componente tangible e inherente de su pensamiento y ubicar, a los más prominentes forjadores del pensamiento occidental como seres humanos con un nivel creencial tangible y las más de las veces explícitas aunque para muchos de nosotros desconocido. Aquí a manera de ejemplo podría señalarse el efecto personal que hizo el reconocer a Adam Smith como propulsor de una teoría económica al mismo tiempo que escribía The Theory of Moral Sentiments y en el que no deja de considerar los elementos emocionales y/o subjetivos que pueden explicar un comportamiento netamente económico.
En el quiénes somos, los alumnos se asumieron como estudiantes de ingeniería, personalmente tuve que rencontrarme con mi formación profesional, reubicando al historiador en función de una memoria colectiva y a la Historia como juez social, individualmente, me asumí como ser históricamente determinado y particularmente diferenciado y a ti amable lector, que ahora te unes en nuestra reflexión te pediríamos que hicieras lo propio.
En esa puntualización del quienes somos y ya concretamente en lo que al ser propio del ingeniero se refiere, varios son los puntos que habrían de revelársenos y que resultaron de pláticas honestas y sinceras en aras de una mayor calidad en el ser profesional y sobre todo del autoconocimiento.
Como se recordará uno de los temas inscritos en el curso se centraba en el deseo de un mayor conocimiento, por parte de los alumnos, sobre el ingeniero y la forma en la que éste y su actividad son percibidos en una colectividad. Este tópico es sintetizado en aquellos puntos que se enunciaban en el artículo sobre El Síndrome del ingeniero de la Lockheed [ Nota 8 ] y que establecían entre otros:
- Poca sensibilidad hacia otras personas
- Dificultad para escuchar y/o hablar de problemas emocionales o asuntos no técnicos
- Preocupación primaria con el mundo de las cosas, no de la gente.
Entre broma y serio se hizo manifiesta aquella creencia popular en la que al ingeniero se le define como cuadrado (sic). A fin de superar esta idea inicial se solicito a los alumnos (chicos y chicas) que presentaran al grupo el objeto que consideraran mejor representaba sus intereses y aficiones. De este ejercicio resultó un universo en el que se integraban: un disquete, una regla de cálculo, un llavero de automóvil, una fotografía de la persona amada, otra de la familia, un libro de poesía, una imagen religiosa, una imagen con atributos esotéricos, etc. De este ejercicio sólo se concluyó que nos encontrábamos en un salón de clases en tanto microcosmos de una realidad humana en la que los intereses y desarrollos personales no se encuentran determinados por una profesión y si por naturalezas humanas distintas y diferenciadas.
Una vez realizado el ejercicio anterior, se manifestó al interior del grupo una diferencia entre la concepción personal que de las características ideales del ingeniero se daba.
En esta búsqueda de la esencia del ingeniero se recurrió a las raíces etimológicas de la palabra [ Nota 9 ] [ Nota 10 ] e incluso a algunos análisis lingüísticos. De ese momento recuperamos por considerarla altamente ilustrativa, la siguiente anotación tomada del Curso de Lingüística General de Ferdinand Saussure. y que permitió establecer una diferencia cualitativa en las concepciones personales del perfil del ingeniero buscando una definición general del mismo.
"Pongamos un ejemplo. Si se considera el paradigma del latín genus (genus, generis, genere, genera, generum, etc) y el del griego genos (genos, geneos, genei, genei, genea, geneon, etc.) estas series no dicen nada ni tomadas por separado ni comparadas entre si. Pero otra cosa es en cuanto se les añade la serie correspondiente al sánscrito (ganas, ganasas, ganasi, ganassu, ganasam, etc) [ Nota 11 ]" Hasta la lectura de ese texto muchos entre nosotros nunca había vinculado al ingeniero con el atributo de ganas.
Curiosamente de lo anterior y por encontrarse inscrita en la misma palabra ingeniero la partícula gen, se derivo en la clase un alto porcentaje de adhesión estudiantil al componente de energía, ganas o modo de enfrentar los problemas como característica del estudiante y del profesionista en la ingeniería en tanto que en otro sector del grupo prevaleció la idea de genialidad o creatividad como inherente al ingeniero y su quehacer, mientras que un tercer grupo se mostró de acuerdo con la simple definición del ingeniero que lo ubica como conocedor y desarrollador de un conocimiento técnico (esto en todas y cada una de las alternativas de especialización) reduciéndose en algunos casos a la simple apropiación de ese conocimiento técnico. Aquí no pudimos más que aceptar el que en muchas ocasiones establecemos nuestras relaciones con el mundo exterior a partir de clasificaciones. En ocasiones un simple título profesional nos lleva a validar todo un juicio de valor, esto nos lleva a transformar en simples objetos cognoscentes a las personas y olvidamos muchas otras cosas.
En el momento en el que la programación orientada a objeto se ha difundido, no pudimos más que reconocer que en ocasiones, las ganas, la genialidad, lo bien hecho e incluso la objetividad lo creemos atributo incuestionable de un ejercicio profesional y un desarrollo intelectual muchas veces en detrimento del mismo [ Nota 12 ] y olvidando que dicho componente corresponde a la esfera individual y personal aún incluso a identificar en el estudio del genoma humano. Fue en este nivel de las reflexiones que se introdujo el símil del ejercicio profesional con la producción artística y que en otra ocasión trabajaremos.
Siendo parte del grupo, en términos personales esa definición como sujetos me trajo a presente un pasado remoto que se manifiestó como estructurador y codificador de un discurso actual, restableciendo la problemática de un femenino preconcebido y de un actuar profesional en proceso continuo de legitimización. Ese eterno femenino se vinculo incluso a un sector del grupo que determinado por sus cromosomas, hoy incursiona de manera decidida en campos tradicionalmente masculinos y que para sorpresa propia se identifica en el genero como futuras ingenieras.
En este recorrido algunas relecturas y otras lecturas me permitieron adentrarme a la situación presente de la ciencia de la historia y en donde, en la búsqueda de un saber más acabado e integral del pasado, se vinculan los estudios económicos y políticos a nivel social e individual con estudios psicológicos , lingüísticos o netamente filosóficos resultando en ello una complejidad transdisciplinaria. En este camino personal y disciplinario he de reconocer la gran influencia que obras de distinta naturaleza y marco teórico han tenido en mi discurso: desde un Engels con su Origen de la familia y la propiedad privada, pasando por un Ortega y Gasset, filósofo y mago de la complejidad humana, Fernando Braudel, conceptualizador del tiempo y la realidad histórica, un Carl Jung reinventor de un nous intangible más no por ello inexistente, hasta llegar a un Umberto Eco con su cuestionamiento inicial de una Estructura Ausente y su obra casi acabada señalando Los Límites de la Interpretación para terminar en un Roger Chartier o Michel De Certeau donde La historia y el psicoanálisis buscan darse la mano encontrándose con la naciente ciencia cognitiva que engloba tanto a la filosofía, la psicología, la lingüística, la inteligencia artificial como a la antropología y la neurociencia y en cuya definición se transciende a la disciplina para caer en el campo del saber y llegando casi a una Filosofía de la Ciencia [ Nota 13 ].
En este punto mucho aprendí de la civilización griega para la cual la historia en tanto quehacer humano, erivaba de dones premonitorios que permitían la adivinación y determinaban un actuar. Reconocí en ella el gran valor que a la intuición atribuían y como percibieron a la historia como la rama del conocimiento que la dota de validación. Sin profundizar en este tema sólo valdría anotar la contribución de esa obra De Dementer a Clio [ Nota 14 ] que tratándose de una Historia de la Filosofía de la Historia me recordó cual ha sido la función social de la Historia a lo largo del tiempo y cual su valor como tal. Es aquí mismo donde podría yo explicar a mis hijos él porque muchas veces le he podido atinar al final de las películas diciéndoles simplemente no hay nada nuevo bajo el sol y las más de las veces la historia se repite, no sin antes puntualizar que somos libres como seres humanos de decidir el final de cada historia personal y colectiva. Hoy diré simplemente que el historiador tiende a la prospectiva, así como el planificador tiende hacia la historia.
Lo que aquí se expone es una síntesis, sumamente larga dirán algunos, de todo un semestre en el que colateralmente a las actividades del programa, nos dimos tiempo para mirar, observar y reflexionar en torno a la figura del David y otras cosas, en tanto a la obra de arte concreta como al arquetipo cultural.
El David corresponde a la representación escultórica de más de 4 m realizada por Miguel Ángel en los inicios del siglo XVI. Efectuada en mármol es testimonial de la teoría de la petricidad que el autor tenía. Siendo en el origen un bloque fallado, esta característica determinó la posición final de la escultura. Cuenta la biografía realizada por Vasary que al preguntársele a Miguel Angel como había realizado semejante portento de una piedra defectuosa, éste contestó: "sólo la deje salir".
En el análisis del soporte material de la obra, el bloque de piedra marmórea, y su relación con la obra final hemos de señalar aquí lo que pudimos hacer, después de mucho ver piedras, analizarlas, discutirlas y sobre todo acariciarlas, una relación que no siendo evidente, personalmente me permitió salir de la edad de piedra. Esta relación, para muchos intrascendente, parte de un deseo sincero de comprender los fenómenos físicos inherentes a la producción del fuego y el cómo algunos hombres habían, a lo largo del tiempo, mantenido el conocimiento del fenómeno en aras de un poder político y económico. Nunca imaginé que el efecto de encontrarme ante un simple monitor podía equipararse al efecto que, en el hombre se dio al contemplar ese fuego sagrado que Prometeo dio a los hombres aun enfrentando la ira divina. Mayor sería nuestra sorpresa al encontrar el fósforo unido a todo un fenómeno de visualización inscrito en el monitor de una computadora personal. En ese momento comprendimos que no es lo mismo decir "pásame un fósforo" que, "pásame un cerillo" y menos aún "dame un encendedor". El simple acto de hacer fuego con una piedra o prender un monitor sólo se comprenden en cuanto uno reconoce al fosforo y sus características y posibilidades. Sólo química y física. Sin darnos cuenta tocamos el tema del conocimiento técnico como instrumento de poder, aquí llegamos a un problema de ética profesional. Cuantas conductas casi tribales desaparecerían con un conocimiento extendido y sobretodo difundido. La información, el conocimiento, no son poder. Son sólo datos, el poder y el control son simplemente funciones que un individuo o una colectividad se atribuyen y otros les reconocen.
Una voz en el grupo sintetiza nuestras reflexiones de una manera que personalmente encuentro maravillosa: ¡cuánto se puede hablar de geodas! ¿verdad? Más maravilloso aún me parece el hecho que ese alumno no haya sido del grupo de estudiosos de la tierra que al curso asistían.
De qué manera tan simple todo lo anterior era reconocido por Miguel Angel cuando simplemente respondió a propósito del David: sólo lo deje salir, ya estaba ahí.
A estas alturas de la reflexión, muchos en el grupo incluyendo a quien esto escribe, no acabábamos por determinar claramente como podríamos vincular áreas tan disímbolas y conocimientos tan diversos como los que se nos presentaban. Sin embargo por algo continuamos y por algo no podíamos desvincularla del curso.
No siendo una de las obras más acabadas de Miguel Angel el David si es una de las más conocidas. El valor de la obra es tal que a la pregunta de ¿donde se encuentra?, curiosamente uno parece olvidar que el original permanece resguardado en La Academia en Florencia, al tiempo que réplicas innumerables se encuentran en museos, glorietas, academias, libros , parques y demás a miles de kilómetros del original. Extrañamente el David esta muy cerca de nosotros.
[1] Para esta caracterización se ha tomado algunos de las ideas expuestas por H. Wolfflin en Renacimiento y Barroco, Paidos Estética. [ Volver ]
[2] Al lector que así lo decida he de señalar que en términos de sincretismo de la época, pocas imágenes me parecen más ricas e ilustrativas, que aquellas que aparecen en dicho texto. Personalmente ha sido una gran experiencia el conocerlas. [ Volver ]
[3] Se ha retomado aquí el enunciado del Dr. Edmundo O´Gormann por considerar que en su manera de referirse al Descubrimiento de América, significa de manera muy lograda, el choque cultural que el mismo pudo haber contenido. [ Volver ]
[4] La Biblia. [ Volver ]
[5] Bello paseo puede uno dar recuperando conceptos que por simples puede una considerar altamente explicativos y cuya delimitación del significado puede incluso llevarnos a reencontrar con un Platon, un Aristóteles, un Plotino , un San Agustín, un Leibnitz o un Kant. [ Volver ]
[6] Kenneth Clark, Le Nu [ Volver ]
[7] Vid. Joan Pijoan en Historia del Arte, Editorial Salvat. T. VI, p .228. [ Volver ]
[8] Vid supra 1.p [ Volver ]
[9] En este sentido el Diccionario Etimológico de Coraminas contribuyo a ilustrarnos sobre el componente de gen, genio (sic), entendido por creatividad . [ Volver ]
[10] Del Breve diccionario etimológico de la lengua española de Guido Gómez de Silva, F.C.E se extrajo la siguiente definición: ingeniero ´quien profesa la ingeniería (aplicación de los principios científicos al diseño y construcción de estructuras y maquinarias)´probablemente traducción del italiano ingegnere íngeniero´de ingenuo ´habilidad, destreza, inteligencia´, del latín ingnium ´talento natural, habilidad, inteligencia´(véanse ingenio, in, en genio, genero) p. 373 [ Volver ]
[11] Ferdinand de Saussure, Curso de Lingüistiica General, Editorial Losada, Buenos Aires,1972. P. 41 [ Volver ]
[12] Para quien quiera realizar un interesante ejercicio a este respecto, se propone la obra de James Martin Análisis y diseño orientado a objetos, con cuya metodología puede caer en serios problemas al aplicarla no puestos sino a personas con funciones diversas. [ Volver ]
[13] Vid Howard Gardner en La nueva ciencia de la mente, Historia de la revolución cognitiva, Biblioteca Cognición y desarrollo humano, Paidos No. 15 , 1988, p. 53 [ Volver ]
[14] Concha Roldán, Entre Casandra y Clío, una Historia de la Filosofía de la Historia, Akal Ediciones, 1997, Madrid, 220 p. [ Volver ]
Continuación: Platicando con el David de Miguel Angel o de cómo un matemático mato a Goliat (y II)