En la última escena de la mítica película de Ridley Scott, Blade Runner, el líder de los replicantes (humanos artificiales con cuatro años de vida) confiesa mientras agoniza en una tétrica azotea: "He visto cosas que vosotros no creeríais". Como replicantes recién aterrizados de otra dimensión, si hoy pudiéramos retrotraernos en el tiempo y hablar con los que no han sido testigos de la revolución tecnológica del último cuarto del siglo XX, la famosa frase definiría a la perfección nuestro asombro ante las transformaciones surgidas en la denominada "Era de la Información".
Como el profesor Manuel Castells concluía en la trilogía que lleva ese mismo título, la revolución tecnológica centrada en torno a la información, ha transformado "nuestro modo de pensar, de producir, de consumir, de comerciar, de comunicar, de vivir, de morir, de hacer la guerra y de hacer el amor". En efecto, desde lo más pequeño y cercano a nuestra vida cotidiana, hasta lo más relevante del tejido social y productivo de nuestras economías ha sido modificado de una manera u otra por las nuevas tecnologías.
Del conjunto de las Tecnologías de la Información que han impactado más directamente en los hábitos y costumbres de los ciudadanos, la comunicación móvil en general y la telefonía móvil en particular constituye quizás el ejemplo más ilustrativo del éxito de una tecnología con un grado de utilidad tal que en muy poco tiempo se ha convertido en elemento imprescindible para la mayoría de los ciudadanos. La tecnología, sin embargo, no cambia por sí misma los modelos sociales: la sociedad solo adopta los nuevos cambios tecnológicos cuando su uso comporta ventajas que compensan el coste de su utilización (no solo el coste económico, también el aprendizaje de uso, etc...).
La evolución hacia una sociedad móvil es imparable. La telefonía móvil ha sido, tras Internet, la tecnología que la sociedad ha absorbido más rápidamente desde su invención. Así, en un estudio realizado por la revista Business Week en Octubre del 2000, indicaba que el teléfono tardó 70 años en llegar al 50% de los hogares norteamericanos, el automóvil más de 80 años, la televisión casi 27 años...La penetración de la telefonía móvil en España pasó de los 1600 usuarios en 1986 (los pioneros del sistema, que utilizaban un sistema analógico ya desaparecido, el NMT) a más del 50% de la población a finales del 2002, es decir, solo 14 años más tarde y en un país catalogado como adaptador tardío de las últimas modas tecnológicas. En el caso de Internet, hoy día un 28% de la población mayor de catorce años la utiliza habitualmente.
Del maridaje de Internet con una tecnología de comunicaciones móviles surge una de esas tecnologías capaz de dejar boquiabierto al replicante más templado. Por un lado, Internet permite la transmisión y recepción de datos que se han organizado previamente; por otro lado, la tecnología de comunicación móvil en cuestión permite transmitir y recibir a alta velocidad información de carácter multimedia (voz, vídeo, datos, etc...). Sin embargo, la base tecnológica por si sola, no es suficiente. Puede incluso que el paso de la telefonía móvil basada en la voz a la telefonía móvil fundamentada en el multimedia, se convierta en aquello que el economista austríaco Joseph Schumpeter denominó "destrucción creativa". Es decir, que a medida que los usuarios descubren y aplican las nuevas innovaciones, "destruyen" las tecnologías anteriores, al tornarse obsoletas.
El advenimiento de la telefonía UTMS (Telefonía Móvil Terrestre de Uso Universal), tecnológicamente estable, es ahora ya competencia directa de los operadores y fabricantes, que han de mostrar a los usuarios potenciales los beneficios de cambiarse a una nueva tecnología. Ya no solo es posible enviar y recibir fotos a través del móvil: el vídeo en directo es una realidad. Las melodías polifónicas forman parte del pasado: ahora la alta fidelidad está a nuestro alcance. Nuevos servicios de localización, mucho más precisos que los actuales, pueden ya prestar un uso muy valioso para empresas de transporte y casos de emergencia.
Tecnológicamente, UMTS supone una mejora importante de las redes de telefonía móvil actuales: las redes de acceso a la nueva telefonía móvil de 3ª Generación usan el estándar de acceso radio CDMA (nacido para comunicaciones militares por las facilidades que permite en la encriptación de las señales y la seguridad en su transmisión) que permite asignar ancho de banda según las necesidades del usuario en cada momento, cursando un mayor número de comunicaciones simultáneas de voz y datos. Por otra parte, UMTS reutilizará las instalaciones actuales de los operadores y prácticamente no será necesario ampliar el número de estaciones base que dan servicio a nuestros teléfonos móviles.
En la redes de transporte UMTS se codificarán la voz y los datos sobre los estándares ATM/IP que proporcionan una mayor eficiencia en la utilización de los recursos de transmisión de los operadores. Gracias a estas tecnologías, la capacidad de las redes aumenta de manera notable permitiendo cursar un mayor número de contenidos y servicios. Además, por primera vez UMTS se ha diseñado para que sea un sistema de comunicaciones global, ya que aunque el estándar de telefonía móvil actual GSM se extendió por todo el mundo, en un principio nació sólo con vocación paneuropea.
En cuanto a su aplicación práctica en el ámbito empresarial, en un país de pequeñas empresas como es España, las posibilidades de adaptar esta tecnología por parte de las Pymes es muy amplia: tan pronto como éstas asimilen que esta innovación es útil para su quehacer diario y, además, ahorra gastos, su implantación será tan rápida como lo ha sido Internet y la Banda ancha. A estas ventajas hay que añadir los beneficios que la construcción de nuevas infraestructuras de telecomunicaciones induce en la economía: aportación al PIB, creación de empleo, reducción de precios, etc...
A estos factores hay que añadir la idoneidad del momento: la tecnología UMTS está disponible y es estable; los excesos financieros de principios del milenio han pasado factura y, en la actualidad, las redes telefónicas móviles actuales no podrán soportar por mucho tiempo más el ancho de banda de las nuevas aplicaciones. Ahora es el momento: la ley de McAlfee favorece la tecnología UMTS: el valor de una red crece al multiplicar al cuadrado el número de usuarios. Y la base de usuarios de telefonía móvil en España superaba, a finales del 2002, los 32 millones de clientes.
No estamos muy lejos de compartir nosotros mismos el asombro del replicante. Pronto veremos cosas que no creeremos: veremos, por ejemplo, en una tarde de domingo a miles de aficionados al fútbol revisando en su móvil multimedia la repetición de un gol que acaban de presenciar en el estadio. Y no tendremos que esperar mucho para creérnoslo.