Por cuanto afecta al fondo de este trabajo, extraeremos seguidamente las ideas básicas de unos cuantos artículos representativos de revistas científicas, que nos darán una rápida panorámica de la opinión científica vigente acerca de los citados temas.
Los mapas del cerebro (Jean Bullier. Mundo Científico nº 31-1983)
Las informaciones sensoriales, recogidas tanto en la superficie del cuerpo como en los órganos de los sentidos, convergen hacia la superficie cerebral o córtex cerebral, donde son transformadas y elaboradas en percepciones del mundo exterior.
La superficie del cerebro se muestra como un mosaico de representaciones topográficas de las superficies sensoriales (mapas sensoriales).
La información sensorial circula permanentemente entre distintos puntos del córtex y no cabe una localización estricta de las funciones de cada uno de los mapas cerebrales.
En el centro del cerebro se encuentra el tálamo, circundado por los dos hemisferios cerebrales, que se dividen a su vez en tres zonas: el lóbulo piriforme, el hipocampo y el neocórtex.
En los mamíferos primitivos la superficie del neocórtex es muy pequeña; en los mamíferos evolucionados presenta una notable expansión ocultando al hipocampo y al lóbulo piriforme.
Las informaciones de cada modalidad sensorial hacen escala en unos grupos de células del tálamo, para ser enviadas a una región precisa de la corteza. (Canales independientes de transferencia de información para cada modalidad sensorial).
En el neocórtex del ser humano se aprecian tres regiones: la que corresponde al sentido del tacto y la coordinación del comportamiento motor (somatoestésica), la correspondiente a la audición y la región emparentada con la visión. Flechsig llamó a estas regiones "centros sensoriales primarios", pues en su opinión eran la primera etapa del tratamiento de la información sensorial que a través del tálamo llega al neocórtex.
Además de las áreas primarias se hallaban las "asociativas", que sólo recibían informaciones sensoriales por medio de las áreas primarias, y que el mismo Flechsig suponía permitían la asociación entre sí de las diferentes modalidades sensoriales, constituyendo, en su opinión, las "funciones psíquicas" del hombre.
Posteriormente, Rose y Woolsey demostraron que una estimulación sensorial (un destello o un sonido, por ejemplo) generaba una actividad eléctrica en las zonas primarias de Flechsig.
Años más tarde, pareció demostrarse que la parte del neocórtex denominada asociativa, está organizada de hecho en un mosaico de bloques que corresponden a sendas representaciones de superficies sensoriales.
Las conexiones entre distintas zonas de la misma porción de la superficie sensorial forman una compleja red (al menos para los sistemas somatoestésicos y visual), y son bidireccionales. Dicha complejidad sugiere que cada suceso neuronal repercute en todas las áreas sensoriales corticales correspondientes a la misma modalidad. El tratamiento de la información sensorial más allá de las áreas primarias se realiza de modo distribuido, con múltiples intercambios de información entre las diferentes representaciones corticales de la superficie sensorial.
Las representaciones sensoriales se han multiplicado seguramente en el curso de la evolución, lo que ha permitido un tratamiento más elaborado de la información de los sentidos. Pero el número de conexiones posibles está limitado por una razón de espacio. Cuando se alcanza el límite, se añadiría un nuevo conjunto de conexiones para mejorar la capacidad de tratamiento del conjunto.
Cada área funcional analiza un aspecto distinto del mundo sensorial, y la activación simultánea de varias áreas permite una riqueza perceptiva imposible de obtener en una sola región del córtex.
La probable implicación de las áreas asociativas en los procesos motores sugiere que el papel de dichas regiones no es sólo el de representar el mundo sensorial, sino, igualmente, el de participar en la interpretación del mismo, con miras a un acto motor. Las áreas asociativas, pues, estarían más próximas al de las "funciones psíquicas" de Flechsig que al de un análisis del mundo sensorial.
La información sensorial se trata de forma simultánea e interactiva en muchas regiones, no esperándose una localización estricta de las funciones en cada una de ellas. Y es que cada unidad funcional se presenta como un módulo de comunicaciones con otras muchas regiones corticales o subcorticales, realizando una interpretación local de varias corrientes informativas.
Considerando conjuntamente una organización estatigráfica y una especialización funcional, parece que a cada módulo entrada /salida corresponden propiedades "perceptivas" particulares.
Anatomía de la memoria (Mortimer Mishkin y Tim Appenzeller. Investigación y Ciencia. Agosto 1987).
El substrato físico de la memoria (cien mil millones de neuronas y sus interconexiones) resulta superlativamente intrincado.
El punto de partida de los autores en su investigación sobre la memoria, consistió en un estudio de la vía nerviosa que permite la percepción visual.
El sistema visual central empieza en el córtex estriado, o córtex visual primario, situado en la parte superficial posterior del cerebro, y que a través del nervio óptico y el cuerpo geniculado lateral, recibe información del mundo visible desde la retina. Dicho córtex estriado registra un mapa sistemático de todo el campo visual: cada porción del campo activa un distinto grupo de células nerviosas. Pero ya desde los años cincuenta se sabía que el lóbulo temporal también aparecía implicado en la visión. Y es que dicha área visual del lóbulo temporal en realidad constituye la continuación de una vía que sale del córtex estriado. La senda se prolonga a través del tejido cortical y se introduce en el córtex temporal inferior, uniéndose allí con la superficie del lóbulo temporal. A lo largo de la vía aparecen conectadas varias estaciones corticales.
Todos estos resultados indujeron a los autores a postular que la información visual se procesaba de forma secuencial a lo largo de la vía. Las neuronas de la misma tendrían "ventanas" abiertas al mundo visible que, en las diversas y sucesivas estaciones, van ensanchándose progresivamente, tanto espacialmente como en complejidad de la información que admiten. Las células responderían cada vez a más propiedades físicas de los objetos -tamaño, forma, color, etc.- hasta que, en las últimas estaciones del córtex temporal inferior, sintetizarían una completa representación de los objetos.
O sea, a lo largo de la vía visual el cerebro integra los datos sensoriales convirtiéndolos en la experiencia de la percepción. Al parecer, los datos de los otros sentidos se procesan de forma virtualmente idéntica.
Mas, ¿qué otros episodios deben acaecer para que esas percepciones integradas se almacenen en forma de recuerdos?
Se sabe que las vías cruciales son el hipocampo y la amígdala.
La ablación quirúrgica de parte del lóbulo temporal había sido el último recurso en el tratamiento de pacientes con ataques epilépticos graves cuyo foco se situaba en esa zona del cerebro. En muchos casos se desarrollaba una pérdida de memoria en los pacientes. Sin embargo, resultaba imposible reproducir en animales una pérdida global de memoria comparable por la simple extirpación del hipocampo; se necesitaba, también, la extirpación de la amígdala de monos sometidos a experimentación para obtener un modelo animal de amnesia global anterógrada (los recuerdos almacenados algún tiempo antes de la operación se conservan, pero no pueden formarse otros nuevos) parecido al que se producía en los hombres.
La amnesia resultante de la lesión conjunta del hipocampo y la amígdala no se limitaba al sentido visual, sino que parecía ser global.
El deterioro de la amígdala y del hipocampo, componentes principales del llamado sistema límbico, no es el único tipo de patología capaz de provocar una amnesia global, porque en otros pacientes amnésicos la lesión se localiza en el diencéfalo (tálamo e hipotálamo).
Bachevalier también encontró que lesiones quirúrgicas en el córtex prefrontal ventromedial causan igualmente una profunda pérdida de memoria recognitiva.
Como conclusión, la estación final del sistema visual, y de los otros sistemas sensoriales, está conectada con dos circuitos mnémicos paralelos que incluyen, al menos, las estructuras límbicas del lóbulo temporal, las partes mediales del diencéfalo y el córtex prefrontal ventromedial.
Pero la observación clínica en los humanos dice que la lesión del sistema límbico deja intactos y accesibles recuerdos antiguos, así que, probablemente los depósitos de esta memoria sean las áreas del córtex donde toman forma las impresiones sensoriales. Los circuitos mnémicos subcorticales deben, por consiguiente, entrar en juego en el córtex en una suerte de retroalimentación. O sea, en cuanto un estímulo sensorial procesado activa la amígdala y el hipocampo, los circuitos mnémicos reproducen, a su vez, esa activación sobre el área sensorial cortical. Tal retroalimentación reforzaría, y con ello quizás almacene, el episodio sensible producido. La representación nerviosa, seguramente, adquiere la forma de una agrupación de muchas neuronas, interconectadas de forma determinada. Como consecuencia, las sinapsis de la agrupación neuronal sufrirían cambios en los que se mantendrían esos diagramas de conexiones, que significarían la transformación de la percepción en un recuerdo duradero. La reactivación posterior de esa agrupación neuronal, ante el mismo episodio sensible que la originó, significaría el reconocimiento.
Hay otra estructura más implicada en la memoria recognitiva. Es el llamado sistema colinérgico, situado en la base del cerebro anterior, que proporciona al córtex y al sistema límbico su principal ingreso del neurotransmisor (mensajero químico que lleva señales a través de la sinapsis) acetilcolina. Y es que la acetilcolina desempeña un papel vital en la memoria. La activación de los circuitos mnémicos subcorticales por parte de un estímulo sensorial haría que se disparase la descarga de acetilcolina desde el cerebro anterior basal hasta el área sensorial. La acetilcolina, junto con otros neurotransmisores, iniciarían una serie de pasos celulares que provocarían la modificación de la sinapsis del tejido sensorial, reforzando las conexiones nerviosas y transformando la percepción sensible en huella mnémica.
Un probable mecanismo de almacenamiento de memoria en las estaciones terminales del sistema visual sería la adición de un grupo fosfato (Routtenberg) a una proteína cerebral conocida como F1, por parte de la enzima proteoquinasa C.
La arquitectura cerebral descrita se ha revelado por su contribución al tipo de memoria llamada "recognitiva".
Pero existen otros tipos de memorias, cuya exploración ha sacado interesantes especializaciones de las sendas nerviosas anteriormente rastreadas. En primer lugar, la visión espacial depende de una rama del sistema visual distinta de la que percibe las cualidades "distintivas" de un objeto.
Así, aunque el hipocampo y la amígdala pueden sustituirse entre sí en el aprendizaje del reconocimiento de un objeto, el hipocampo parece adquirir especial importancia en el aprendizaje de las relaciones espaciales.
En virtud de las conexiones de la amígdala con las áreas sensoriales del córtex y con los resortes que disparan la respuesta emocional, ésta posibilitaría que las experiencias sensibles adquieran su carga emocional. De otra forma, la amígdala permite a las emociones "configurar" la percepción y el almacenamiento de recuerdos, al actuar estas últimos como filtros necesarios al fijar la atención sobre los estímulos dotados de interés emocional.
En su calidad de estructura intermedia entre sentidos y emociones, la amígdala podría subyacer bajo su "atención selectiva".
Se ha comprobado que la amígdala es rica en neuronas que producen neurotransmisores opiáceos endógenos que, se cree, regulan la transmisión de señales, y las fibras que contienen opiáceos discurren desde la amígdala hasta los sistemas sensoriales, donde tendrían una función de guardabarreras, soltando los opiáceos en respuesta a los estados emocionales que se generan en el hipotálamo. De esa forma, la amígdala permitiría la influencia de las emociones en lo que se percibe y lo que se aprende. Esta reciprocidad de efectos entre amígdala y córtex explicaría, quizás, la enorme impresión provocada en simios y humanos por los episodios de carga emocional.
Según los autores, habría otro tipo de aprendizaje al que llaman "hábito" que está basado en conexiones automáticas entre un estímulo y una respuesta.
La posibilidad de que el aprendizaje esté basado en dos sistemas distintos, uno de ellos fuente de hábitos no cognitivos y el otro de la memoria cognitiva, reconciliaría la escuela conductista con la cognitivista.
Si existen mecanismos nerviosos para los dos tipos de aprendizaje, la conducta resultaría ser una mezcla de respuestas automáticas a los estímulos (hábitos) y acciones guiadas por el conocimiento y la expectación.
El probable substrato de la formación del hábito sería el córtex estriado, que según Paul D. McLean , desde el punto de vista evolutivo, es una zona arcaica del cerebro, mucho más antigua que el córtex y el sistema límbico. Y es que cabía esperar que la formación del hábito estuviera mediada por estructuras primitivas que poseerían los animales más simples, acostumbrados a aprender respuestas automáticas ante los diferentes estímulos.
Mente y cerebro (Gerald D. Fischbach, Semir Zeki, Eric R. Kandel y Robert D. Hawkins. Investigación y Ciencia. Noviembre 1992).
A nivel somero, el cerebro muestra simetría bilateral, con los hemisferios (derecho e izquierdo) conectados por el cuerpo calloso y otros puentes. Su base está compuesta de la médula que regula las funciones autónomas (respiración, digestión, etc.) y el cerebelo que, fundamentalmente coordina los movimientos. Entre ambos se sitúa el sistema límbico.
La superficie de los hemisferios tiene unos dos milímetros de espesor, y un área de 1,5 metros cuadrados, recibiendo el nombre de corteza. La parte más joven de la última se denomina neocorteza, y está dividida en los lóbulos frontal, temporal, parietal y occipital, separados unos de otros por surcos o pliegues profundos. La gran mayoría de los fenómenos de pensamiento y percepción se traducen en impulsos eléctricos nerviosos llamados potenciales de acción. Hay regiones cerebrales dotadas de funciones especializadas como la corteza motora, la somatosensorial y la óptica. De la actividad conjunta de todas las regiones cerebrales aflora la mente.
La mente se configura como una propiedad emergente (las no explicables por la mera consideración de las partes componentes) de la actividad eléctrica y metabólica del cerebro.
Al analizar los diferentes atributos de las imágenes, es el cerebro quien inventa un mundo visual.
En el fenómeno conocido por visión ciega, los pacientes, según se deduce de situaciones de laboratorio, "ven" pero "no comprenden". Al carecer de la conciencia de lo visto no adquieren conocimiento alguno.
Y es que no cabe separar los procesos de visión de los de comprensión, ni hay lugar para separar de la conciencia la adquisición de los conocimientos visuales. En realidad, la conciencia es una propiedad del aparato nervioso que el cerebro ha desarrollado con la finalidad de adquirir conocimiento.
Los mapas corticales están sujetos a constante modificación, dependiendo en gran manera del uso que se haga de las sendas sensoriales. La variabilidad de los ambientes en los que nos educamos producen que las combinaciones de estímulos a los que estamos expuestos, varíen considerablemente, lo que ejercita de forma dispar nuestras capacidades sensoriales y motrices, con lo que la arquitectura de nuestros cerebros se modifica de manera personal. Esta modificación distintiva de dicha arquitectura cerebral, junto con la singularidad genética, contribuye a la constitución de la base biológica de la expresión de la individualidad.
Cerebro y lenguaje (Antonio R. Damasio y Hanna Damasio. Investigación y Ciencia. Noviembre 1992).
Parece que el lenguaje no apareció en la evolución hasta que los humanos hubieron adquirido la capacidad de categorizar acciones y crear representaciones mentales de objetos, sucesos y relaciones.
De todas formas, la maduración de los procesos del lenguaje, tal vez, no dependan totalmente de la maduración de los procesos conceptuales.
En opinión de los autores, el cerebro procesa el lenguaje por medio de tres estructuras que se influyen recíprocamente. La primera estructura es un amplio conjunto de sistemas neuronales que hay en ambos hemisferios, y que representan las interacciones no lingüísticas entre el cuerpo y su entorno. (Todo lo que la persona hace, percibe, piensa o siente mientras está "actuando" en el mundo).
El cerebro clasifica estas representaciones no lingüísticas por aspectos tales como forma, color, etc., y también crea otro nivel de representación para los resultados de su clasificación. Los sucesivos estratos de categorías y representaciones simbólicas son la base para la abstracción y la metáfora.
El segundo grupo de estructuras, con un número menor de sistemas neuronales, se localiza en el hemisferio cerebral izquierdo y representa los fonemas, las combinaciones fonémicas y las reglas sintácticas para combinar palabras. Estos sistemas estimulados reúnen las formas verbales y generan las frases.
El tercer conjunto de estructuras, también situado en buena parte en el hemisferio izquierdo, sirve de intermediario entre los dos anteriores, puede tomar sus conceptos y estimular la producción de formas verbales, o al "recibir" palabras evocar los conceptos correspondientes.
La actividad en las redes neuronales sirve lo mismo para el entendimiento que para la expresión, y puede reconstruir un conocimiento de forma que la persona lo experimente conscientemente.
Hace más de siglo y medio que Paul Broca y Carld Wernicke determinaron la localización aproximada de los centros básicos del lenguaje, descubriendo el fenómeno de dominancia cerebral (el hemisferio izquierdo en general).
El papel que desempeña el cerebelo en el lenguaje y la cognición sigue siendo, en gran manera, aún desconocido.
Los conceptos se almacenan en el cerebro como registros "durmientes". Cuando se reactivan estos registros, pueden re-crear las diversas sensaciones y acciones asociadas con los anteriores. Todas estas representaciones se re-crean en distintas regiones del cerebro, aunque su reconstrucción ocurre de forma simultánea.
Por supuesto que quedan muchas cuestiones por resolver acerca de cómo almacena el cerebro los conceptos.
La memoria funcional y la mente (Patricia S. Goldman-Rakic. Investigación y Ciencia. Noviembre 1992).
La combinación de la consciencia del momento actual y la extracción inmediata de información almacenada constituye para la autora lo que se denomina memoria funcional.
En los seres humanos la memoria funcional se considera básica para la comprensión del lenguaje, el aprendizaje y el razonamiento. Las operaciones de la memoria funcional se realizan en la región de los lóbulos prefrontales de la corteza cerebral.
El momento de la más rápida formación de sinapsis en la región prefrontal de los animales se da a la edad de dos a cuatro meses.
Las neuronas capaces de retener las coordenadas visuales y espaciales de un estímulo (retención en la mente de la localización) se presentan organizadas en una zona específica de la corteza prefrontal, constituyendo el núcleo del sistema espacial de la memoria funcional.
Como la corteza prefrontal opera como intermediaria entre la memoria y la acción, una lesión en dicha región podría preservar el conocimiento sobre el mundo externo, destruyendo, sin embargo, la capacidad del organismo para traer a la mente dicho conocimiento almacenado y poder utilizarlo.
Dicha corteza prefrontal forma parte de una red compleja de conexiones recíprocas entre el surco principal y las grandes áreas sensoriales, límbicas y premotoras de la corteza cerebral, red que podría estar dedicada fundamentalmente al procesamiento de la información espacial.
Según la autora, el papel principal del hipocampo estriba en consolidar nuevas asociaciones, mientras que la corteza prefrontal se ocuparía de la extracción del almacenamiento a largo plazo (situado en otras partes del cerebro) de los productos del aprendizaje asociativo a utilizar en la tarea inmediata.
La corteza prefrontal se dividiría en múltiples dominios de memoria, cada uno especializado en coordinar un tipo distinto de información (color, tamaño, forma, etc.), que en los humanos se extendería al conocimiento semántico y matemático.
Así que la corteza prefrontal almacenaría temporalmente la información con respecto a la cual se juzgarían los estímulos actuales.
Se van acumulando pruebas que sitúan a la dopamina entre los compuestos principales reguladores de la actividad celular asociada a la memoria funcional.
La investigación de los mecanismos de la corteza prefrontal van revelando no sólo la operación de la mente, sino también dónde residen los fallos cuando ésta no funciona con corrección.
El problema de la consciencia (Francis Crick y Christof Koch. Investigación Y Ciencia. Noviembre 1992).
La relación entre mente y cerebro es, por supuesto, la cuestión por antonomasia de la neurobiología. El punto más enigmático reside en la consciencia, es la percatación, que puede adoptar diversas formas como la experiencia del dolor o la consciencia de uno mismo.
Como dijera William James, la consciencia no es sino un proceso, ahora bien, la cuestión es la naturaleza de dicho proceso.
Harán falta muchos y esmerados experimentos para poder hablar en términos científicos de la consciencia.
Ray Jackendoff postula que los cómputos efectuados por el cerebro son mayoritariamente inconscientes, y nosotros sólo nos damos cuenta del resultado de esos cómputos. Este caer en la cuenta ocurre en los niveles más altos del sistema de computación, pero para Jackendoff en la consciencia hay un nivel intermedio.
En opinión de los autores, existe la posibilidad de una forma transitoria de consciencia fugaz que represente sólo rasgos elementales, sin requerir mecanismo de atención. A partir de esa consciencia instantánea, el cerebro constituye una representación, ya sí centrada en el espectador y que exige atención (sería la consciencia clara y vívida del presente). Entonces, sí se llegaría a representaciones tridimensionales del objeto mucho más cognitivas.
William James pensaba que la consciencia implicaba atención y memoria. También Jackendoff dice que la consciencia se "enriquece" con la atención; sería necesaria para la consciencia plena.
Los psicólogos de la visión hablan de la memoria icónica, que dura una fracción de segundo, y de la memoria funcional, que dura varios segundos. Se desconoce si la consciencia requiere de las dos.
Es bien sabido que si se corta el cuerpo calloso (intervención que se realiza en casos de epilepsia incurable), tracto de cerca de mil millones de axones que conectan las cortezas de ambos hemisferios, un lado del cerebro no se entera de lo que ve el otro.
La consciencia está en continuo cambio, resultado de la formación de continuas y rapidísimas coaliciones de neuronas que ocurren a diferentes niveles e interactúan para formar coaliciones más amplias. Su duración, por lo común, no va más allá de la fracción de segundo.
La lentitud en la formación de esas coaliciones neuronales se suple usando muchísimas neuronas a la vez, y en paralelo, y también organizando el sistema de modo más o menos jerárquico.
La atención no es sólo un concepto psicológico, sino que tiene también correlatos neuronales que pueden observarse objetivamente. Varios investigadores han descubierto una región del tálamo, el pulvinar, que parece intervenir en la atención visual.
Pero, ¿cómo forma el cerebro sus representaciones de conjunto a partir de las señales visuales?
Si la atención es indispensable para la consciencia visual, estas representaciones podrían formarse fijándose el cerebro sólo en un objeto por vez, pasando con rapidez de un objeto al siguiente. En este orden, todas las neuronas que representan todos los aspectos de un objeto podrían descargar juntas en un intervalo cortísimo, quizás en rápidas ráfagas.
Según los autores, la descarga rítmica y sincrónica podría ser el correlato neuronal de la consciencia y servir para unir la actividad de diferentes áreas corticales relativas al mismo objeto.
La idea de que las neuronas de la capa 5 de la corteza cerebral simbolicen directamente la consciencia visual es atractiva, pero es pronto para decidir si es acertada.
El posible origen de la razón (Sarah Richardson. Revista Discover. Marzo 1998).
Los neurocientíficos creen que las funciones motrices y cognoscitivas serían procesadas por la misma parte del cerebro: el cerebelo. En principio, los investigadores pensaban que el cerebelo sólo participaba en la regulación del movimiento.
Henrietta Leiner en los años sesenta observó que la corteza cerebral mandaba señales al cerebelo a través de un cable de fibras. El cerebelo las procesaba y coordinaba devolviéndolas a la corteza motriz cerebral.
A Leiner le intrigaba el grosor del cable, que era 40 veces más grueso que la del tracto óptico, encargado de la información visual. Además, los 40 millones de fibras que lo componen provienen de todas las áreas del cerebro, lo que hizo preguntarse a Leiner por qué necesitaba tanta información diferente el cerebelo, si sólo estaba involucrado en el movimiento.
Leiner comprobó que una pequeña estructura del cerebelo llamada núcleo dentado, y que era el último centro de procesamiento antes que las señales retornen al "segundo piso", se había agrandado en el transcurso de la evolución. Es más, la parte más reciente del núcleo dentado, neodentado, se halla solamente en los humanos.
Todas estas sospechas hicieron comprender a Leiner que el cerebelo podría intervenir, además, en la cognición.
El cerebelo, aunque tiene la décima parte del volumen del cerebro, contiene la mitad de sus neuronas. El cerebelo, pues, debería mandar información, también, a otras áreas aparte de a la corteza motriz.
El primer neurobiólogo que respaldó las ideas de Leiner de forma clínica fue Robert Dow de Oregón en el año 1986, al comprobar que un paciente con lesiones en el cerebelo tenía problemas con las funciones cognoscitivas como la planificación.
Por su parte, el neurólogo Jeremy Schmahmann de Harvard descubrió que los pacientes con lesiones en el cerebelo eran incapaces de dibujar objetos simples proporcionados. También observó la falta de emoción que mostraban dichos pacientes.
Peter Strick y varios colegas del Centro Médico de Veteranos de Guerra, en Syracuse (Nueva York), lograron trazar en monos un camino desde el cerebelo hacia partes de sus cerebros involucrados en la memoria, atención, percepción y dirección espacial, regiones fuera de la corteza motriz.
Tanto Leiner como Schmahmann ven el cerebelo como un filtro e integrador del flujo de información sensorial que permite la toma de decisiones, característica que, según Povinelli, diferencia a los monos "pensantes" de los que todavía viven en los árboles ¿Podría, entonces, el cerebelo ser un poderoso procesador que convertiría al cerebro en una mente?