ISSN: 1579-0223
 
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El ser y la vida. El agregado sensación-información (II)

Alejandro Alvarez Silva
 
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Anatomía del ser.

Ahora quisiéramos esbozar una especie de anatomía del ser. Lo más cercano a lo anterior sería el símil del círculo expuesto anteriormente. En dicha imagen, el ser sería como un círculo perfecto en el que la circunferencia "tocaría" los distintos "presentes" del espaciotiempo. Lo más "elevado" del ser sería el centro del círculo, donde imaginamos "reside" el ser.

La imagen anterior precisa de un cierto retoque; deberíamos imaginar la posible estructura que nos acercara mejor a la "constitución" del ser.

Nos llama la atención el que si la naturaleza o la esencia del ser está constituida, dentro de su estricta "unicidad", por todas las emociones (mejor, "el rescoldo" de tales emociones), acaecidas en todos los "presentes" físicos de la criatura que lo sustenta hasta su "muerte" -en el hombre entraría también la emoción del "reconocimiento de sí mismo" o su "autoconocimiento"; de igual modo, esa esencia contendría "la forma" de la estructura del organismo (o las distintas formas habidas en su recorrido vital) -formas con las "salvedades establecidas al principio de este capítulo.

Parece, entonces, una paradoja cómo el ser "resuelve", es decir, ejerce su "voluntad" sobre los "marcos de decisión" de cada presente, cuando en cada uno de estos marcos, "aparecen" fundamentales o básicos casi solamente unas emociones que corresponden a los de ese presente, teniéndose poco en cuenta el bagaje completo de todas las demás - o sea, todas las que componen la naturaleza o esencia del ser. Se ve aquí cierta diferencia entre las emociones que debe traslucir, seguramente, algún tipo de "configuración interna" de ese ser. Creemos que lo que caracteriza a esas emociones "preponderantes" en cada presente es su materialización en los cerebros a través de los neurotransmisores que acompañan a las citadas emociones. Por otra parte, el símil de la ventana que tanto hemos usado para la construcción de nuestra teoría, nos dice que no siempre la ventana tiene la misma abertura, es decir, el área de claridad por el que entrevemos "lo exterior"; a mayor área mayor abertura del campo de visión, así como, por consiguiente, mayor posibilidad de perspectiva para averiguar las propiedades o leyes de los procesos, y así mayor posibilidad de aumento de la información, que hace aumentar sustancialmente las posibilidades de acierto en nuestras decisiones. Y precisamente sabemos que cuando estamos más emocionados, nuestro campo de entendimiento se hace más estrecho. Lo positivo de la emoción en cuanto a móvil de nuestras acciones (fundamentalmente, también, por el acortamiento del tiempo de respuesta por la preparación previa del organismo para la respuesta), se trastoca en negativo para una visión inteligente e imparcial. Ambos factores parecen opuestos, pero el caso es que son estas emociones del presente, por la "materialización" de las mismas, las que "abren o cierran" más o menos el portal (la ventana); luego su importancia es trascendental en el ámbito de la acción y la respuesta del ser. El significado, pues, de estas últimas emociones queda potenciado, claramente, respecto a las otras.

Teniendo en cuenta lo anterior, sería más acertado imaginar el ser como con dos polos o centros como indica la figura siguiente. En vez del círculo grande (imagen anterior), el ser sería la unión de los dos pequeños círculos de la figura. Uno de los círculos estaría inmóvil (el centro del ser) y el otro iría recorriendo los distintos presentes del mismo. Vemos que cada "presente físico" hace Presente 1 otra la figura, pero sólo sobre uno de los polos, el SER llamado centro, inamovible por la unicidad del ser y Presente 2 fijo, pues no está afectado por la variación del tiempo (atemporalidad).

Sin embargo, el 2º polo, a caballo del tiempo, va recorriendo los sucesivos presentes físicos. La imagen anterior varía para cada ser, pudiendo ser mayor el círculo de un polo que el del otro. El significado es que el círculo 2 es la "tendencia" del ser hacia "lo material", pues está más cerca de la materia, más "apegado" a ella, y esto se acompaña de una disminución del otro círculo que rodea al punto central respectivo donde radica "lo opuesto a lo material", lo "intemporal". Si nuestra tendencia es acusada y preferentemente hacia lo material, casi todo el ser estaría en el círculo que rodea el 2º polo, aunque el 1º nunca desaparecería del todo, pues es el que da "unicidad" al ser (sin él no existiría el ser).

Pero un círculo pequeño sobre el polo1 es la casi desaparición del ser, como hemos dicho, por la "sumersión" continua de la esencia del ser en la materia (círculo sobre el polo 2, lo que supone la "difusión" de la esencia en lo material, que constituye en sí un espejismo, pues conlleva "unir" el destino del ser a la materia, por un lado, eso sí, la "realidad" física" que conocemos, con su tremenda evidencia pero, también, con la rotunda seguridad de la pertenencia a un ciclo que tiene su final, su finitud, su muerte.

Lo contrario, el desapego a la materia, representa el crecimiento del círculo sobre el polo 1, sobre el polo central de nuestra verdadera naturaleza, nuestra esencia, el inamovible punto sobre el que se edifica nuestro incólume ser, atemporal, y por ello no finito, en su eterno Presente. ¡Éste es el verdadero ser!.. ¡Éste es el ser del místico, tan cercano quizás a la visión de Buda!

Observemos que es el polo 2, montado sobre la materia, el que "introduce" la flecha del tiempo, pasado -presente -futuro, en el ser. La reducción del círculo que rodea a este polo 2, pues, aumente la atemporalidad del ser.

Esta imagen bipolar del ser es reducida drásticamente a la unipolar en cuanto se destruye (óbito) la estructura material que "soporta" al ser.

Ahora explicaremos la importancia del primer polo. Este primer polo es la "inmovilidad" absoluta, impropiamente, es decir, si este mismo concepto no estuviese relacionado con lo espacial, lo material. Y es que el ser está "radicado", "fijado", "anclado" diríamos a ese punto, puesto que desde él se centra la totalidad del mundo, del universo, de todo; y esto sucede por cada uno de los seres. Lo importante es el ser, adornado de la subjetividad absoluta: ¡sólo "importa" el propio ser!; a su alrededor se construye el "resto" del mundo, todo lo que no es el propio ser.

Claro es, cada ser es como un ancla "inmóvil", y sobre esos "pilares" está edificado el Ser Absoluto (recordemos la pertenencia a "su Cuerpo Místico" de todos los seres), Así que, aquí reside la importancia del primer polo: ¡su conjunto son los pilares del Sumo Hacedor!

En cada "primer polo" existe un ser que, ya, no es la Nada desde la que partió; son "espacios" ganados a la Nada, es decir, sobre los que la Nada no gobierna. No sabemos, en estos momentos, si la extinción de los "ciclos vitales" de cada uno de estos seres volverán a incluir en la Nada esas "posibilidades de escape". Ahora bien, hay seres, aquellos que han logrado "apropiarse" de su propia naturaleza (por ejemplo, el ser humano) que incluye igualmente la apropiación del concepto de eternidad, que definitivamente han "decantado" su propia esencia, habiendo establecido una "frontera" entre ellos y la Nada, aún después de la extinción de su propia vida material al "sentirse" ajenos a esa Nada (materia). Sobre estos últimos seres está montado el "edificio" sólido del Ser con mayúsculas: El Ser Creador, la antítesis de la Nada.

La bipolaridad del ser, entonces, se entiende como las fuerzas antagónicas que residen en todo ser: el segundo polo dirige hacia la Nada (la materia); el primero es el "punto de entrada" a Dios (uno de sus pilares).

No hace falta aclarar mucho la interpretación de estas "imágenes" o representaciones propuestas del ser. En realidad estas imágenes son ficticias, realmente imaginarias, pues el ser no tiene forma, puesto que ésta última es un componente de la información, de la materialidad, ausente en la radicalidad del ser. El ser es puro sentimiento, puro subjetivismo, para nada entendimiento objetivo. El ser "sabe" sintiendo, no comprendiendo, pues la comprensión es hija de la objetividad (materialidad). El indicio de estructura (dentro de la unicidad) que indica la imagen bipolar propuesta simplemente significa el grado de "resistencia" que presentan las distintas "capas" que "rodean" al ser al "influjo" externo, así como la preponderancia de lo objetivo y subjetivo en el ser completo. Vemos, por consiguiente, que esas representaciones propuestas son un algo abstracto que nos sirve para "comprender", al menos cualitativamente, aquello no sujeto por su "constitución" al entendimiento, sino más bien al ámbito del sentimiento.

Teológicamente entendemos que debe haber una comunicación fluida entre el Ser Supremo y los demás seres componentes de su Cuerpo Místico. Una comunicación que hacia arriba "fluye" transformando el puro azar en "realizaciones", "acontecimientos" que van "construyendo" como "descendiente" al propio Ser Supremo; hacia abajo, Éste último envía la "gracia" de "sus logros", de su "Majestad", la cosecha de todos nuestros esfuerzos. Y esa "gracia" alcanza hasta los mismos orígenes, hasta las raíces de la Nada, esparciendo la semilla sobre esta la anterior para que sus "partículas", una a una, puedan "elevarse" en dirección al faro, a esa Luz Suprema. Desde este punto de vista Dios (Criatura Suprema) es el "Engendrador", el "Creador", el "Padre" que nos hizo posible (ver nuestra obra anterior "La alfombra mágica"). ¡Extraño círculo en el que Dios es a la vez Padre e Hijo!.. ¿Sería ésta la Trinidad?.. Si el "intermedio" es lo que se mueve, ese "impasse" en el que reina el Espíritu "haciéndose" (con su Cuerpo Místico que somos los demás seres), ¿podemos llamarle Santo?.. Hay una especie de Trinidad en el Ser Supremo: como "Creador", Padre; como "descendiente" , Hijo, y como "sustentador y conductor", Espíritu (su Cuerpo Místico).

El ser reflexivo.

Conviene que ahora abordemos de nuevo, el proceso general que sigue el ser para su "separación" o "diferenciación" de la Nada.

En la Nada (a semejanza de lo que sucede en el mismo vacío cuántico) existen diferentes e infinitos "puntos de vista", puesto que todo "componente" de la Nada es en sí un "punto de vista". Pero, una ley general "prístina" (previa a todo) es el "impulso" a la permanencia, al menos es nuestra plena convicción que ello rige hasta en la raíz de la propia Nada. Ese impulso hacia la permanencia supone "domeñar" el tiempo, puesto que la Nada, como todo caos, está en "movimiento" continuo, es decir, tiempo y espacio, desde que aparecen ejercen su pleno dominio sobre esa Nada. Pero esa superación del tiempo significa una invariabilidad respecto a él; la "permanencia", pues, ya que el tiempo seguirá siempre discurriendo, precisa del único punto que en ese "sistema" no se mueve, que es el centro del círculo (en la representación del ser). Ese "punto de vista" de la Nada por consiguiente, debe circunscribirse al centro sobre el que "girará" el tiempo. En resumidas cuentas ese "punto de vista" de la Nada, se sitúa en el centro sobre el que "girará" el tiempo, es decir, el propio universo: ¡ha centrado el mundo sobre sí!.. A partir de aquí, se inicia el proceso del símil de la ventana. Ahora bien, no es preciso decir que esta "mirada" es muy variable, pues se necesitan los "órganos" necesarios para que pueda "verse" a través de ellos (percepción); de todas formas, sabemos que el ojo no es el único que "ve" (por ejemplo en animales como el caracol, etc.). Y es que hay otras formas de "percibir" el exterior. O sea, esa "mirada por la ventana" debemos entenderla con carácter global, general (sin especificación alguna). Lo que importa es la ley general que ya enunciamos de información -sentimiento. Esa "mirada" hacia el exterior permite "percibir" lo externo al ser, "aprehendiendo" lo que supone una información, una toma de datos y modelos, quizás leyes. Todo ello repercute sobre el "observador", sobre el "punto de vista" de la Nada" que con ello "crece", aumenta o hace su estructura más compleja. Esto último, a su vez, le permite un aumento de su "campo visible", su posibilidad de recibir nuevos y más profundos sentimientos y emociones.

De alguna forma "lo exterior" (al "punto de vista" de la Nada, ya como germen de un ser) se "incrusta" en ese "observador", "semilla" de un futuro ser. Y esa "información", ya "interna" al "punto de vista", es una modificación de su "código", una "complejidad mayor en su estructura", que equivale a una posibilidad mayor de sensaciones. De algún modo, entonces, ese "cuasi ser", o ser en sus inicios, de esa manera, "siente" lo externo, el mundo, la misma Nada... Mientras éste "vive" (se "expresa" el ser en el mundo), pues, existe "de hecho" una separación entre lo que es ese ser en "sí mismo", y lo que es la Nada fuera de sí. Mas, la muerte física del ser, sin haberse realizado "la ruptura" efectiva respecto a la Nada (repliegue sobre "sí mismo"), hace "volver" esa "incipiente naturaleza" del ser al ciclo continuo de la Nada (lo inorgánico)... Es preciso, por tanto, "rematar la obra", pasar de la potencia al acto, de la posibilidad al "hecho real". ¿Y cómo puede realizarse esto?.. Simplemente lo trae consigo la complejidad estructural del ser, su grado de evolución. Hay un estadio en que la complejidad del organismo, con su bagaje de sentimientos y emociones, está a punto de "dar el salto". La "mirada" a través de la ventana se va haciendo cada vez más clarividente, de forma que, ¡por fin!, posibilita una "reflexión", resultado de una extrapolación de lo exterior, lo ajeno al ser, pero que dentro de ello (lo exterior) está reflejado también el ser. Esa "captación de fuera" del propio reflejo del ser, y como "captación", sensación de ello, trae consigo, de igual modo, la sensación de su propio ser (sentimiento), el "sentir" el propio ser. Y el "sentir" el propio ser es una comprobación "definitiva", "evidente" (para él mismo) de la existencia propia, de su "independencia" respecto a cualquier otra cosa, y por supuesto de la Nada. Entonces, es posible ya la "ruptura" con la Nada. (De hecho esa evidencia de la existencia propia es la misma ruptura).

Es decir, aquel "punto de vista" o miembro de la Nada, puede ya independizarse de esa Nada, no ser ya la Nada, rompiendo con su pasado, "apoderándose" de su propia naturaleza, que desde ese momento sí ya le es "propia", le "pertenece". Y esto representa la "ruptura"; a partir de aquí el ser ya mirará más a menudo "dentro de sí", sabiéndose independiente (aunque ese mirar hacia dentro siga dependiendo de esa "mirada hacia afuera", aunque la mirada ya tiene otro matiz: está "sesgada" continuamente hacia la "búsqueda de su propio ser", lo que encontrará siempre por la estrecha vinculación entre macrocosmos y microcosmos, por el hábito aprehendido de la reflexión.).

Si el proceso de ruptura se hace efectivo, se hace real, la posterior muerte física (del cuerpo) no tiene "poder" sobre el ser (el ser ya es diferente de la materia -la Nada -, por consiguiente, no es dominio del tiempo).

Exponiendo de forma diáfana lo anterior, diremos que el ser se "crea" a sí mismo a través de una "ruptura con la Nada (por un ejercicio de su "voluntad"). La creación, pues, la inicia el propio ser, aunque la continúe en grado inconmensurablemente mayor la Criatura Suprema.

Y viene a colación, entonces, la resolución de la problemática existencialista... El ser es libre, sólo y únicamente porque se crea a sí mismo. (La "responsabilidad" del ser, de otro modo, recaería sobre quien lo hubiera creado -paradoja de la idea cristiana).

Hemos de apuntar, de igual forma, que a nuestro parecer no hay una separación radical entre seres que han llegado a "producir la ruptura" (léase la especie humana), y los que no lo han hecho (todas las demás especies animales, y los otros seres vivientes). Creemos que la "frontera" no está tan clara, puesto que podría haber "solapamientos" entre unos y otros, de acuerdo con diversos aspectos, diversas ideas o sentimientos, etc. Este sería un campo abonado en el que habría que observar y estudiar mucho.

El papel del azar y el futuro.

Conviene aclarar en estos momentos, un aspecto fundamental que puede llevar a un rechazo frontal, debido a su apariencia paradójica, contra la lógica. Nos interesa mucho, pues, afrontar el tema. Y es la forma ya esbozada en que el futuro pude "actuar" o "estar presente" en el pasado, aún cuando esa "presencia" viene "disfrazada" o empaquetada en "tendencias", "impulsos", "sensaciones" y "sentimientos" (es decir, sin componente espaciotemporal que suponga una "transmisión" de información). A esta influencia (sin información) puede llamarse presentimiento, o "cierto tipo de instinto".

La oposición proviene de nuestro sentido de la "simultaneidad" y de la "flecha del tiempo". Para nuestra lógica, cimentada en nuestro espacio -tiempo, el pasado "siempre" por definición) debe haberse realizado, y "puede" o no afectar al futuro, pero la capacidad de influencia está siempre presente. Sin embargo el futuro "nunca" puede influenciar el pasado, pues "pensamos" que si "todavía" no se ha producido (en el pasado), o sea, como si no existiera en esos momentos, de ninguna forma puede "aparecer" en ese pasado cuando "todavía" no existe.

Hemos puesto comillas en "todavía" porque aquí radica el quid de la cuestión. Ese "todavía" es altamente especulable, pues, en esos términos no podemos expresarnos con propiedad. Lo que es inmutable es la "historia" de ciertos acontecimientos que conforman la vida de un ser, o de cualquier comunidad. Y esto si es un absoluto. Lo demás, la simultaneidad, el antes y el después, etc. ya son especulables. Es decir, las vidas son como películas "ya" rodadas, si pudiera "apuntalarse" ese "ya", que no es posible. En la película de la vida, como cadena de secuencias o acontecimientos (lo que no es el ser que es inmutable), puede interceder la "voluntad" del ser en cualquiera de esas secuencias o flashes (con exclusión de su carácter de pasado, presente o futuro). Mas cuando el ser "incide" sobre esos acontecimientos o flashes podría, muy bien hacerlo con un componente de complementariedad; queremos decir, "incidir" a la vez sobre "pasado" y "futuro"; de alguna forma, pues, queda establecida una "relación" entre "pasado" y "futuro", pero a través del ser del ser (atemporal); esa relación, por supuesto, respeta las exigencias o peculiaridades de la lógica espacio -temporal de la causa -efecto.

Ahora bien, entre aquel "pasado" y el "futuro", hay una serie de acontecimientos "históricos" los cuales, también, son "hijos del azar", o sea, el azar, de igual forma, tiene su papel en los mismos. Por consiguiente, en la "realización del futuro" han intervenido tanto aquel citado pasado, como "el azar" en cada uno de los acontecimientos intermedios. Nada de esto, así expuesto, es paradójico; es más, es perfectamente posible.

En primera impresión, se piensa que si de alguna forma presintiéramos el futuro, éste pondría cambiarse, por lo que ya no sería nuestro futuro. Este razonamiento sería cierto si realmente se hubiera transferido "alguna información" hacia el pasado, lo que hemos desechado desde el principio; solamente se "transfiere" un "presentimiento", un "cierto instinto", que de "ninguna forma" puede cambiar nuestro futuro (totalmente escrito ya, si pudiésemos hablar así, en el momento que se "presiente" en ese pasado).

El "azar", hemos visto, tiene un eminente papel; él es quien abre el campo de posibilidades (con sus mutaciones, etc.). Pero, aún la preponderancia de ese azar, puede "impedir" que aquello a lo que se "ha llegado" (futuro) pueda, de alguna forma, transmitirse (ese "éxito", en términos del ser), "guiar", o mejor (si incluimos ya el tiempo) "haya guiado" al "pasado del ser" hacia la consecución de ese "éxito". ¡Nuevamente aparece el símil de "la pescadilla que se muerde la cola", la retroalimentación! Evidentemente si los acontecimientos "sucedieran" tal como se ha ido describiendo, habría una cierta imposibilidad, puesto que no existe una acción puntual en el pasado (causa) que "produjo" el futuro (con la inclusión, por supuesto, del azar). El ser "acciona" (a la vez) tanto en el futuro como en el pasado, incluyendo entre medias el azar. Y es en estos últimos términos en los que se enmarca todo el proceso, que equivale precisamente a una "forma de anulación del tiempo", consecuencia de la atemporalidad del ser.

Objetividad y metafísica .

Hipótesis: "Lo objetivo es el mundo de las relaciones". En los gráficos siguientes se expresan dos tipos de objetividades: la diada y la triada.

Diada Triada (objetividad dial) (objetividad trial)

Hay una objetividad, siguiendo la misma construcción, n -al. Se ve que la objetividad es función de las "distintas relaciones" entre los seres: una especie de "acuerdo", de "entente" entre los observadores "acerca de lo que es objetivo". De lo anterior se deduce la principal característica de la objetividad real: la variabilidad. Aunque podría hablarse de la objetividad "teórica" del científico expresada en las palabras: "Para todo observador..." En esta objetividad abstracta habría que pasar al límite haciendo el número de las relaciones anteriores, es decir n, infinito, algo incomprobable, puesto que algún momento la linealidad de las relaciones pueden trastocarse al pasar de un n determinado, totalmente imprevisible.

Sin embargo, por otro lado, lo subjetivo es "único" para cada ser, y no está sometido a "interpretaciones": sólo hay un juez único de ello, "el mismo que lo padece".

Ventana de la objetividad (relación exterior)

Líneas de subjetividad.

Veamos ahora unos apuntes sobre la nueva metafísica que subyace en estos planteamientos.

La Nada se transforma en opuestos (complementarios): en información (+, -; 0, 1); en sentimientos (positivos, negativos); etc. La cuestión es si hay otra "regla" que relaciona estos opuestos complementarios unos con otros. Nosotros creemos que sí, que al menos los debidos a la información y el sentimiento se coordinan de forma "determinada" para formar el ser. Nuestro problema es, ahora, deducir la naturaleza de esa "relación", es decir, la "necesidad y suficiencia" de que suceda en cierta forma y no en otra.

Suponemos que los conceptos de objetivo y subjetivo, interioridad -introspección y "extrospección" deben estar presentes, y tienen un importante papel en esta relación.

El sentimiento -emoción estaría relacionado con la introspección, con la interioridad. A este "factor" la noción de espacio (con ello las dimensiones físicas espaciotemporales) le es indiferente, digamos mejor, le es superflua (no necesaria para el propio ser, o la propia esencia el mismo); y no le es necesaria porque no necesita la "relación con otra cosa" que no sea él mismo (unicidad completa). El universo físico que conocemos, sin embargo, es el mundo "necesario y suficiente" para las "relaciones" entre los diversos seres, y es necesario en cuanto aparece la multiplicidad, es decir, otras "cosas", otros entes aparte del sujeto.

Por un lado existe el sentimiento, que es el dominio del ser, el sujeto, la conciencia. Para éste, todo es "clarividencia", no necesita de "imágenes mentales" o representaciones (por el contrario, estas últimas sólo son necesarias cuando "aparece en el horizonte" algo más, la multiplicidad, es decir, lo exterior, los "demás" objetos, y este factor está unido directamente a la "información", al pensamiento racional que conocemos, la lógica). La "aprehensión" (acción del sujeto) requiere una "asunción" (incorporación a su substancia, o esencia, si queremos "transformación propia" de los objetos (externos) en nuestra esencia, que de alguna forma se traduce en un "sentimiento" o "emoción" que "convulsiona" en nuestro interior). Así se inician las representaciones mentales, y así comienza la información (asumida) a "incrementarse" en el sujeto.

La "información", pues, va "enriqueciendo" la esencia del sujeto -emoción, originando algo intermedio, lo que llamamos ya el ser: un compuesto de "sujeto -emoción -información". El ser "verifica", por consiguiente, la "construcción" de la relación buscada entre los opuestos complementarios información y sentimiento. El ser sería, desde esta visión, la "información vivencial" o "vívida": la incorporación o incrustación de la información en la esencia del sentimiento.

Lógicamente, el sujeto, más unido por definición a lo subjetivo -emoción, es quien "incorpora" la información a su ser, "quien logra conectar" el sentimiento con la información en la "construcción" de su substancia, de su propio ser, enriqueciéndole en la "creación de su propia naturaleza".

El proceso es: (sentimiento información). De ninguna forma la información se enriquecerá (al no ser sujeto, donde radica "la voluntad", la acción y la libertad) con el sentimiento, lo que propugnan los seguidores de la IA (Inteligencia Artificial) -recuérdese el famoso robot de la obra "2001 una odisea del espacio).

Es, pues, un opuesto complementario, sentimiento (agrado, desagrado), el que básicamente, en su evolución (¿por azar?), tiene la "potencia" de transformarse en la "llama de un sujeto" capaz de transformarse en un ser (en su evolución personal por la "incorporación" de información del universo -otro opuesto complementario distinto, también procedente de la Nada).

La Nada, por tanto, no es un ser; por el contrario, es lo "indiferenciado", lo "borroso", la matriz de los diferentes opuestos complementarios.

Luego, unos opuestos complementarios (que "juntos" son la Nada), los sentimientos de a grado y desagrado (realmente el más "humilde" e incipiente sujeto), son (o es) el origen del ser, o sea, quienes inician la senda que conduce desde la Nada (lo indiferenciado, el caos) al ser. Este es el "motor" de la creación.

La creación no se inicia por azar a partir del bit básico de información (0, 1), como propugna Atkin, sino a partir del opuesto complementario sentimiento, creado directamente a partir de la Nada (es la misma Nada) que adopta la forma del más elemental "sujeto".

La dualidad "sensación -representación".

Apoyándonos en la hipótesis "naturaleza -sensación -información" (es decir, un aumento en la calidad "información", produce una ampliación del campo de la "sensación") podemos extrapolar, desde la situación actual en un ser vivo complejo como un animal (incluido el hombre), de acuerdo con la ley anterior y en dirección contraria a la evolución general y particular (desarrollo del cerebro desde el nacimiento), hasta el momento inicial que suponemos de la creación de la vida y el mismo universo conocido.

Aplicando esa extrapolación, se encuentra que lo más primordial era el bit mínimo de información (+, -; 0, 1), y el opuesto complementario sensación (agrado -desagrado). Pero, ambos mínimos opuestos aparecen "conectados", mejor, "indisolublemente unidos" desde el mismo instante original.

Analizando el resultado anterior parece, en principio, que se añade una nueva complicación en aquello que creíamos estaba ya suficientemente claro. Hay, pues, que resolver el tema... Creemos que la solución habría que buscarla en la vida (de sistemas y subsistemas) como "proceso" (no hay forma mejor de expresar que "algo" es un compuesto "indivisible" de espacio y de tiempo, a la vez); y además añadiríamos que en dicha solución, dado que el problema afecta muy directamente a nuestro concepto de "información" (al menos la que es sensible para el tema que nos ocupa), habría que adornar este concepto "aséptico" de información con cualidades "más vitales", si se nos permite la expresión. La única forma de "orlar" en ese sentido a la información, es adornándola de matices de "representación" (imagen de los objetos, de la misma información).

La información que nos es útil en el análisis aplicable a la ley evolutiva "sensación -información", tiene que ver con la "representación", o sea, con el "poso" que queda en el "sujeto -emoción" al sufrir éste el "impacto" de esa información (objetiva -exterior). En la medida en que esa información produce tal "impacto" (emoción) en el sujeto, tal información será relevante en el "crecimiento" del ser, resultado de la aplicación de la ley "sensación -información".

Diríamos que convendría sustituir ya en la anterior ley esos términos, aunque matizando en el sentido anterior lo que queremos decir ahora con el vocablo "representación". Así que la ley sería la de la "sensación -representación".

De esta forma acabamos de hilar aquello que dedujimos con anterioridad relativo a la construcción del ser (sensación información), y el resultado de la aplicación de la ley "sensación -representación" (indisolubilidad entre sensación y representación).

Ahora, pues, queda claro como puede existir información sin sensación, pero la imposibilidad de la existencia de la representación sin sensación. El código genético será el "conjunto de representaciones" que se han ido produciendo a lo largo de la evolución, como si "fuesen" (de forma impropia) "subsistemas", enmarcados en un código único, "sistema". Así que por lo explicado anteriormente, ese "conjunto de representaciones" propicia en el individuo que lo porta un "conjunto de sensaciones" expresadas a lo largo de la vida del mismo.

La "naturaleza" del individuo incluye, tiene adherida, la información (externa) en su interior a modo de representaciones. El abanico de "sensaciones" subjetivas del mismo ha crecido de forma pareja.

¿Qué significa "sustancialmente" ese matiz que hemos añadido a la información?

En nuestra opinión, ello significa un giro radical. La información pasa a transformarse, desde aquello tan "objetivo" que suponíamos (y lo entrecomillamos), pues la misma objetividad es revisable (desde la idea preconcebida por la ciencia, de los objetos inamovibles, existentes "per se" hasta "la comunión de relaciones" para distintos sujetos que proponemos), a algo que aparece ya más borroso, más subjetivo, que es el mundo de la "representación".

La información, como el ser, ya no es un concepto, podríamos decir de forma impropia, "materialista", sino que entra de lleno en el "reino de las ideas", de las "representaciones"; empieza a "pisar" el mismo terreno que el ser.

Todos estos razonamientos nos van a permitir poder profundizar en el tema principal del presente trabajo que es la constitución del ser, su naturaleza.

La forma como se ha constituido la "representación", nos hace comprender más a fondo lo que es la "vida en el presente". Y es que la citada representación tiene, como procedente (imagen) de la pura información del objeto, las mismas características de aquel, es decir, su condición espaciotemporal. La "acción" (el comportamiento actual) es hija del presente, por ello "el proceso" (imaginémoslo como una superficie espaciotemporal imaginaria para su identificación) que es la vida (la potencia), al incidir en el ámbito espaciotemporal (acción) lo hace en ese "intervalo" temporal que llamamos "Presente". La "naturaleza" del ser en su unicidad comprende tanto todo el espacio como todo el tiempo en el que ejerce su "presencia" (acciones o comportamiento, historia) en nuestro universo. Sin embargo, esa "superficie" se transforma en la "línea" del presente en la "actuación" sobre el mundo. Así que, el "sujeto" para "conocerse a sí mismo", es decir, para "sentir" su naturaleza (completa), aquella "superficie" necesita desligarse de su "parcial" presente actual; debe hacer una especie de síntesis, debe "intuir su unicidad"... Ello sólo es posible si "dentro" de lo que es "nuestro interior" procuramos "separarnos" de la citada "representación", algo difícil dado el grado de "adherencia" a nuestra propia naturaleza. O sea, el ser, aún en su unicidad, tiene una "estructura interna" que hace posible la dificultosa tarea de "separar" entre comillas, mejor "bipolarizar" lo que es "representación (temporal)" de lo que es el ser más íntimo. Esa "interiorización" o "abstracción" es como el intento de formar una nueva imagen (ficticia) o representación ("cierta objetivación") de la propia "representación" adherida ya a nuestra naturaleza. Tal doble abstracción (representación de una representación) permite soslayar el tiempo, saltar por encima de él, y viene acompañada de la percepción de un nuevo sentimiento, el de la presencia de nuestro ser más íntimo, nuestra naturaleza intemporal.

Ese camino hacia la "interiorización" es allanado grandemente con el ejercicio de la meditación.

La no anulación de los complementarios: el ser.

Vamos de nuevo a hacer otra "arriesgada" hipótesis: "La Nada y el Ser se diferencian sólo, y nada menos que en la erradicación de su esencia".

La Nada sólo es una en cuanto a concepto, pues, de ningún modo está dotada de unicidad. La esencia de cada "partícula" de esa Nada nunca está dada sobre sí. La "partícula" de la Nada es el caso más extremo de lo exterior, "lo otro", que no "guarda nada para sí". Su esencia siempre está, y totalmente, fuera de sí.

Un observador externo a esa Nada (si existiera) "percibiría" la erradicación de cada "partícula" totalmente dispar una de otra, al azar, como en un caos completo. Máximo de borrosidad.

La aparición de cualquier par de opuestos complementarios, introduce un "cierto orden" en esa Nada: en el caos empieza a "crecer" el orden. Pero, parece que la aparición de cualquier complementario debe ir unida a la aparición paralela del tiempo. Así que, en principio, también parece consecuente que una vez desaparecido el tiempo, desaparecerían los complementarios (el orden) y estaríamos en un nuevo caos (la Nada). Entonces, ¿cómo podría ser posible que al "finiquitar" el tiempo, los contrarios no desapareciesen igualmente?

Para un "observador externo" (teórico) parece que esto, necesariamente, sería inevitable (la anulación de los contrarios). Pero, ¿y si cambiáramos el "enfoque" o "los puntos de vista, es decir, la erradicación?.. De un único punto de vista (el teórico observador) pasaríamos a una pluralidad de los mismos, entonces, lo que desde una sola perspectiva es caos o la Nada, en la "radicalidad" interna de cada una de las innumerables perspectivas, aparece una nueva "realidad". La Nada "externa" se ha transformado en los seres "internos".

Este formidable "proceso" es lo que supone la Creación. Una transposición de "puntos" (de vista) hace posible el Ser, los seres, cuya unicidad o conexión de cada centro radical de lo más íntimo de cada ser (el camino subjetivo, totalmente opuesto al objetivo), unos con otros, hace posible su Comunión, una especie de "Cuerpo Místico", capaz de hacer posible la superación de los opuestos complementarios. La objetividad sustancial de dichos opuestos complementarios queda "partida", a la desaparición de la dimensión tiempo, por la subjetividad profunda del Ser.

El proceso evolutivo de la "creación de los seres" -dominio del tiempo- supone el "trastrocamiento" del enfoque del caos o azar, en direcciones siempre dirigidas hacia la profundidad de los potenciales seres (partículas de la Nada).

La objetividad pura, pues, es sinónimo de la Nada. El cambio de enfoque en dirección a la subjetividad supone la "creación del Ser". Esto es lo que quiere decir la hipótesis del principio.

La máxima subjetividad, es decir, "la partícula" centrada únicamente en sí es la mayor potencia del ser. La máxima objetividad, "partícula con pertenencia nula sobre sí misma", es el puro elemento de la Nada. Dichos elementos están totalmente disgregados unos de otros: es el perfecto caos, lo que llamamos "como concepto" la Nada.

La "impronta del tiempo" (creación) es la transformación de la Nada en la multiplicidad de seres que aparecen "totalmente" creados en la "fase posterior al tiempo". Dentro de esa gradación de seres es difícil creer que un "ser vivo", es decir, el "ser" que le alienta, a su óbito, "pierda" su perspectiva interna hasta el punto de despojarse de toda su "visión interna" (pérdida de toda subjetividad), para volver a transformarse en una "partícula de la Nada". Lo lógico sería su transformación en un "ser propio", aunque quizás con una esencia mezcla de cierta "parte" de objetividad y de subjetividad, un ser no "puro", pero que no sería la propia Nada ¿Es que estaremos siempre abocados a la dicotomía Ser -Nada?... Si hay cierta "gradación" en los seres, cuyo ejemplo somos nosotros mismos, estamos más inclinados a pensar que el "Cuerpo Místico" citado anteriormente, se nutriría del "conjunto de todos estos seres" mixtos ¿Por qué los seres deben escoger obligatoriamente entre el Ser y la Nada?... ¿No será ello más que otra muestra de nuestro antropocentrismo?

Consideramos, más bien, que la construcción del ser, fruto de la asunción continua del "dolor" y "desazón" que conlleva, ya es lo suficientemente "dura", como para además participar en ese "tipo de juego" del "todo o nada".

En el dominio del tiempo (los universos existentes) aparecen entrecruzadas las vidas de los seres en la lucha evolutiva, "necesaria" para sus "autocreaciones" respectivas. Una vez creado el ser, no hay motivo para que la "armonía" que percibimos en el Ser (Supremo), no pueda ser transmitida a la "totalidad" de los seres que conformarían su "Cuerpo Místico". En los mismos "pies" del Cuerpo Místico (quizás fuera de él) se encontrarían las últimas partículas de la Nada que "no lograran" autocrearse en seres.

Pero, seguimos preguntándonos: ¿Cómo es posible que no se anulen (a la finalización del tiempo) los opuestos complementarios considerando que éstos son, también, igual que toda "partícula de la Nada" (transformada), contrarios entre sí, y como tal entrarían en la "borrosidad" de su anulación "mutua", o "confusión dentro de la Nada?

Creemos que desde una visión objetiva, externa, la "anulación está cantada". Sólo es posible su "preservación" (la preservación de los opuestos) a la finalización del tiempo, si desde alguna "posición" o algún presupuesto ambos opuestos complementarios no son "verdaderamente opuestos". Esto sólo es posible si nos alejamos de la "obviedad" de la objetividad, precisamente "yendo" en sentido contrario a la misma, hacia la "interioridad", la "subjetividad". Y es que aunque las "semipartículas de la Nada" sean opuestos, en su intimidad, ambas, se dirigen a una "meta común", su "propio" ser más íntimo, en dirección a su "esencia"; y las esencias (lo subjetivo) tienden siempre a la unicidad, a la "igualación entre sí"; así, aquello que era opuesto (en el sentido objetivo), en la dirección contraria subjetiva se "asemeja", se "acomoda", dejando de oponerse destructivamente, "colaborando" ya constructivamente dentro del "Cuerpo Místico" del Ser.

En resumen: La Nada (opuestos) se transmuta a través del filtro tiempo en seres, componentes del Ser con mayúsculas.

Un esquema plausible sería:

Nada opuestos -Tiempo seres -amor (sensación) (Ser)

;o también: NADA SER (seres -amor) Creación

El caos original (¿el Tao?).

Con la moderna ciencia del caos, este último es un concepto tan sometido a revisión como el mismo concepto de vacío a partir de la teoría cuántica. Y es que la nada, el vacío, según la ciencia actual, evidentemente es todo menos nada, pues está sometido a leyes altamente estructuradas y complejas. Pues, ni este vacío se refiere a la Nada, como concepto filosófico que estamos usando con asiduidad, ni el caos que ahora exponemos tiene que ver con la moderna teoría del caos y las catástrofes.

El caos, como la Nada más original se acerca mucho a la idea india y china sobre el caos, el caos original o primordial, origen de todo, hasta del mismo Dios identificado en dichas filosofías con el Tao.

Ahora bien, a la luz de nuestras ideas queremos poner un punto especial a ese caos primordial, para lo cual partimos de unas consideraciones posteriores al "hecho creativo", volviendo después atrás hasta el mismo, para adivinar "las características" de ese caos.

Si por lo que hemos ido viendo, en la "realidad" están equiparadas y son tan básicas información como sensación, eso mismo debe acontecer si nos remontamos al mismo caos. Ese caos primordial debería estar constituido tanto por las "sustancias y leyes materiales" en su forma primaria (objetividad) como la forma primaria, también, de las "sustancias ontológicas" de los seres (subjetividad) origen de las sensaciones primarias de agrado -desagrado. Y ese caos primordial o nada más básica, tendría esa forma difusa y caótica que nos presentan las filosofías orientales, consecuencia lógica de la "sopa" de contrarios (la unidad de información básica, 0 y 1, y la de sensación, agrado -desagrado, lo son) de la que estaba constituido; evidentemente, la anulación de los contrarios, estado en el que estaba ese caos, equivalía a la nada más original.

Entonces, esta imagen nos presenta "algo" que pasamos por alto con demasiada facilidad, sin darnos cuenta que lo que acabamos de decir supone, nada más y nada menos, que todas las propiedades de todos los seres, incluidas las de la Criatura Suprema, estaban ya en germen en esa "sopa inicial" del caos primordial. Es decir, este hálito que alienta a lo que llamamos vida (la característica de subjetividad interna de los seres, que "centra el mundo"), "estaba ya" en ese caos; también, la base de lo que será después la materia y las leyes físicas. Por consiguiente, esa vida no es una "propiedad emergente" de la materia, lo que "pregona y quiere" el científico, que no es más que intentar llevar la "realidad" a lo que le interesa, lo que más conoce, que es la pura objetividad de la materia. Es como si desde el otro polo, el del hombre religioso, se dijera que la materia es una "emanación" del espíritu... Pongamos las cosas en su justo término medio: materia (objetividad) y ser (subjetividad) son los componentes básicos de la "realidad". Además, añadiremos que al igual que la materia pura (sin vida) es el cenit de la objetividad, el ser (sin materia) es el cenit de la subjetividad.

Así, tras el reinado del tiempo, el universo como "fase de creación", el ser aparece con su cualidad atemporal, en que la materia pura -objetividad- ocuparía "el lugar" más alejado de la "subjetividad máxima" que representa la Criatura Suprema (en su Cuerpo Místico).

Entonces: "Antes del tiempo", caos original, ya se encontraban todos los "precomponentes" de la realidad, los opuestos complementarios, y "después del tiempo", sigue habiendo los mismos componentes de esa realidad, elementos objetivos y subjetivos, la evolución de la materia y el ser. Si la "creación" separa ambas fases, ¿qué es lo que se creó, pues?.. O mejor, ¿cuál es la diferencia entre una y otra fase?

La única y fundamental diferencia entre las fases anteriores son "los diferentes puntos de vista". Nos explicaremos.

El caos primordial tiene un sin fin de "referencias", todas las posibles, reinado del puro azar. Ello trae consigo la mutua anulación, la Nada. Por el contrario, la labor de la creación es la de la "construcción de los seres" (autocreación), para lo cual los incipientes seres -simples puntos de vista que "centran el mundo"; el "ojo que mira por la ventana"- amalgaman sobre sí distintas partículas de la Nada (el caos). O sea, la subjetividad de los seres "rompe" el caos, el puro azar: ¡esas inexistentes referencias por su anulación mutua, por las nuevas referencias de los distintos seres! La creación es camino hacia la subjetividad, que culmina en el "súmmum" de la Criatura Suprema, hacia la que finalmente se orientan como en una brújula la totalidad de los seres.

Resumiendo, simplemente, la creación representa, tan sólo y nada menos, que "el poner sentido" en aquello que carecía totalmente de él, el caos primigenio ¡La "orientación" del caos es la creación del Ser!.. Entonces, por fin, aquella antigua, caótica, apersonal y carente de ser propio, Nada, puede exclamar: ¡Yo soy el que soy!

"Ontología" de la Nada.

Hay ciertas cuestiones que es preciso abordar antes de finalizar el capítulo, puesto que parecen llevar la contraria a todo aquello que habíamos escrito en nuestras dos obras anteriores: "El parto de Dios" y "La alfombra mágica".

Nos estamos refiriendo a los "logros" indudables de la evolución debidos al "azar y la necesidad", y a la misma "voluntad de los seres", como hace muy poco hemos escrito. Entonces, parece que si "todo" estaba ya "prefigurado" en el "caldo" del caos primordial, no se ve, pues, la necesidad de la "actuación" de esa evolución para llegar a lo que existía desde el principio. De igual forma, esa especie de "presentimientos" o "instintos" grabados en el código genético unos, y en el fondo de la "naturaleza de los seres" que les "incita" a proseguir en un cierto camino, o con una tendencia a una determinada conducta.

En uno y otro caso, queda resumido lo anterior con la escueta hipótesis de la figura de la Criatura Suprema a la vez "Padre e Hijo" de nosotros mismos (y de los demás seres).

Así que, en evitación de malentendidos, conviene que analicemos un poco mejor el significado de la Nada.

"Antes del tiempo", la Nada era el "caos primordial" en el estado de la máxima "borrosidad". En ese estado el caos se asemejaba a un caldo en el que "existían" todos los opuestos complementarios que pudiéramos imaginar, aunque "anulados" perfectamente unos con otros, resultando ese vacío o nada.

Ahora bien, una vez que "apareció el tiempo" (quizás, simplemente por puro azar), las "partículas de la Nada se distribuyeron a todo lo largo del mismo. Muchos opuestos complementarios seguirán "apareciendo" en ese instante inicial (del mal llamado instante inicial de la creación), pero otros "saltarán" a los distintos instantes de la escala del tiempo correspondiente ¿Y cuáles son esos instantes?.. Pues aquellos en que comienzan su "andadura" los distintos seres: los que va marcando la propia evolución (aquí, por fin, aparece el "papel" de esta última). En esos instantes van apareciendo "nuevos" opuestos complementarios (claro está, en cada ser sólo "puede habitar" uno sólo de dichos opuestos -si no se anularían como en la Nada), que irán correspondiendo a los diversos "logros" alcanzados por la evolución. Y esto último tiene lugar, como hemos propuesto, en ambos sentidos de la "flecha del tiempo", tanto hacia el futuro (¡Dios como Hijo!), como hacia el pasado (¡Dios como Padre!). Así, la "coordinación profunda" entre todo lo que se ha escrito en esta obra, como lo que se expuso en las dos citadas anteriormente, aparece claramente reflejada.

Resumiendo, la Nada puede aparecer en dos estados equivalentes: "el del caos primordial indiferenciado" de antes de la "aparición" del tiempo, y el posterior "distribuido" a todo lo largo de la escala del tiempo. El paso de uno a otro sólo es cuestión de azar, mas una vez que se alcanzó el Ser, la Nada quedó indefectiblemente "sesgada" en pos del mismo.


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Sobre el autor


Alejandro Álvarez ha trabajado como jefe de redacción y como articulista en diversas revistas y publicaciones. Es director de la revista digital "Foro Esencia" y es autor de diversos ensayos.





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